Así fue como conocí a Félix Palencia S.J., hace exactamente 33 años


Aquella mañana dominguera me acerqué disimuladamente al coro del templo de la pinta* de Tijuana. Pretendía conseguir prestada una lira*. Me interesaba aprender a tocarla.
Vivía en ese tiempo el agosto de 1984.
Al finalizar la misa que acababa de oficiar, aquél tipo alto, güerejo, tatuado y disimuladamente calvo, bajó a la banca donde se acomodaban los cantantes y tocantes del tal coro.
Estaba yo inquietamente retirado de ese grupito de presidiarios conformados por El Borrego, El Pelo Chino y Armando.
Luego de algunos chistes medio albureros con los coristas, el tipo se acercó a mi.
¿Qué onda Carnal? me dijo con tono relajado. Mi silencio se dejó escuchar por algunos segundos. No te había visto por aquí, inquirió.
La primer palabra que iba a salir de mi boca no iba a ser para pedir un préstamo. Así que atiné a decir... Tienes pocos monos en el templo, le dije, señalando muros y altar.
El hombre era demasiado listo, además de parecer conocer demasiado bien a los presos, por lo que no se tragó (del todo) mi decir. En el fondo lo dicho por mi era una ofensa al catolicismo. Con que llamarles monos a las imágenes, debió haber pensado.
Tal vez si lees (en la biblia) Santiago 1-27, eso pueda responder tu pregunta me dijo.
No recordaba yo un libro en la biblia con ese autor. Descargó del atril, el grueso libro y me leyó el párrafo relativamente acordado.
Uummm, sí. Un poco sí responde a la pregunta, dije lentamente. Muy suficiente, concluí.
Pero la neta creo que a eso no viniste, balbuceó.
Pues al chile*, no, vacilé por un momento. Venía a ver si me prestaban una guitarra, me dejó continuar. No sé tocar ni madres, pero quiero aprender, le solté.
¡Borrego! le dijo a quien la hacía de director de coro. ¿Préstale la una lira a este carnal!
¡¿Qué pues Félix?! Refunfuñó ese joven a quien habían encerrado por daños contra la salud, léase, narco. ¿Como le voy a prestar una, si ni siquiera lo conozco.
Pues por lo mismo, préstasela. Le increpó el cura.
¡Ni madres!, volvió a renegar. Se la va a chingar*, acotó.
Que se la prestes te digo, si se la chinga traigo otra buey, le increpó.
Escuchaba (yo) aquel grosero diálogo entre cura y corista, atento... ejem... atóntito.
Así fue como conocí a Félix Palencia S.J.
Hace exactamente 33 años.

Aarón Pérez
11 de Agosto del 2017


Nota: Esto dice Santiago 1,27: «Una religión pura e intachable a los ojos de Dios Padre consiste en cuidar de huérfanos y viudas en su necesidad y en no dejarse contaminar por el mundo»

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