El Principio

La historia del amor de Dios, cuyo momento culminante se revive en nuestra Pascua, remonta sus inicios hasta 'el principio' mero. La Biblia nos lo canta bellamente en su poética página inicial, que nos dice la más íntima verdad sobre nosotros mismos.


EL PRINCIPIO - GÉNESIS 01:01 - 02:04


Al principio hizo Dios cielos y tierra:
Todo obscuro y vacío,
soledad y tiniebla
en silencio infinito.
Sobre el agua, tranquilo,
solo, el soplo de Dios revolotea.

Y habló Dios: "Haya luz". Y la luz hubo.
A la luz mira limpia,
la aparta de lo obscuro,
le da por nombre "Día";
pone "Noche" a lo impuro;
y comienzan los tiempos y los números.

Y deslindó las nubes y las aguas,
y desecó la tierra.
Con sólo una palabra
terminó esa tarea,
y vio que era perfecta.
Y fue el segundo día de la semana.

Mandó luego a las plantas que brotaran:
que a este mundo desnudo,
con sus hojas y ramas,
con sus flores y frutos,
lo vistieran de lujo.
Y contó por tercera su jornada.

Colgó Dios grandes lámparas del cielo,
para alumbrar el mundo
y señalar los tiempos.
Sus leyes les impuso
y les marcó sus rumbos.
Y vio Dios que el día cuarto fue muy bueno.

Llenó de peces mares infinitos
y de pájaros aires,
y a todos los bendijo:
"¡Reprodúzcanse! ¡Naden
y vuelen con gran arte!"
Y aprobó su trabajo del día quinto.

Ve Dios la tierra muerta, y le da orden
de llenarse de fieras
y de bestias, que corren
o se arrastran. La tierra
de animales se llena.
¡Todo está bien! ¡Ya sólo falta el hombre!

Y dice Dios al fin: "¡Al hombre hagamos,
para que sea en el mundo imagen nuestra!:
Que domine la tierra con sus manos,
que gobierne las aves y las fieras,
los peces y reptiles, y que sea
dueño y señor de bosques y de campos".

Y así los hizo Dios ¡A imagen suya!
Macho y hembra los creó.
Los bendijo, y les dio
el poder engendrar vida futura
al hacer el amor:
¡Qué feliz aventura!

Y contempló el Creador toda su hechura
el día sexto. Y gozó,
el día séptimo, Dios
la belleza sin par de sus creaturas;
y alegre, con holgura,
cansado, descansó.


Nota: Artículo extraído del blog "Escritos que hoy quiero compartir", fechado al 26 de Marzo del 2005.

Profesión de fe

Comparto hoy, reconstruida de memoria, la 'Profesión de Fe' de la Noche de la Pascua del 2005 en el 'Inter' del Cotume [Centro Intermedio del Consejo Tutelar para Menores Infractores del Estado de Sonora, en México] donde residen ahora cerca de 200 jóvenes mayores de 16 años y sólo alguno cumplidos ya los 20], hecha en forma de iterrogatorio, al que respondieron todos "creemos", alzando una vela encendida [en forma análoga a la protesta de cada 'Lunes Cívico' ante la Bandera nacional].

Profesión de fe

1. ¿Creen ustedes en Dios, padre nuestro y de todos los seres humanos, que está orgulloso de cada uno de nosotros, sus hijos, porque nos quiere y nos ama sin medida, y por eso nos comprende, nos acompaña, nos ayuda y ve sólo todo lo bueno que hay en cada uno de nosotros..; quien como padre bueno quiere que todos sus hijos sepamos ayudarnos a ser libres, y que compartamos como hermanos lo que él nos regaló para todos?

2. ¿Creen ustedes en Jesús, que vivió su infancia y adolescencia en la pobreza, que salido de su casa, se metió al agua, invitado por Juan Bautista, y que estando allí oyó en su corazón que Dios le decía: "tú eres mi hijo, estoy orgulloso de ti, te quiero mucho y puedes contar siempre conmigo"..; que le creyó a Dios y comprendió que eso era para todos los seres humanos, y se dedicó a vivirlo y a decirlo, buscando compañeros entre los pobres y estando siempre en favor de los pobres..; por lo cual fue amenazado y destruido, pero nunca aniquilado, puesto que a punto de morir perdonó a quienes lo clavaban en la cruz..; ¿creen en ese Jesús, orgullo de la raza humana, que sigue vivo a nuestro lado, que nos invita a gozar de su papá, y a actuar como él actuó, que como amigo nos acompaña y consuela, y nos anima siempre a levantarnos y a vivir como él vivió, viendo por los demás y estando a su servicio?

3. ¿Creen ustedes en la luz que siempre hay en lo más hondo de su consciencia, como en la de todo ser humano; en el amor y bondad que siempre hay en lo más profundo del corazón de ustedes y de todos, en el consuelo, la fortaleza, la esperanza, la alegría..; en todo eso que Dios nos regala a todos sus hijos, y que recibimos de Jesús..; ¿creen en eso que hay en su consciencia, a lo que llamamos Espíritu Santo, y que en nosotros vale más que cualquier cosa, porque nos hace conscientes y libres, y nos da nuestra libertad y humanidad?

4. ¿Creen ustedes en su familia, en la que Dios les dio quien los amamantara de bebés, quien los alimentara y enseñara los primeros pasos de la vida; y, así también, creen en sus amigos verdaderos, que los acompañan y ayudan en las buenas y en las malas, y en la pareja a la que libremente han elegido o van a elegir, para darle felicidad y compartir todo con ella, y multiplicar con placer la familia humana de los hijos de Dios que él les confíe; ¿creen, pues en su familia, en sus amigos verdaderos y en la mujer a la que aman o a la que van a amar?

5. ¿Creen ustedes en sus compañeros, con quienes conviven en la celda, en el pabellón y en todo el Centro Intermedio; y creen también en los compañeros encargados de la observación de su comportamiento, y en el resto del personal que está aquí al servicio de ustedes..; en breve, ¿creen en el Centro Intermedio y en el Consejo Tutelar para Menores?

6. ¿Creen ustedes en Sonora y en México, país y patria en que Dios nos dio la vida y en el que tantas cosas nos regala, para que juntos lo mejoremos, y entreguemos a las generaciones siguientes una Sonora mejor y un México mejor y más fraterno?

7. ¿Creen ustedes en la comunidad cristiana toda, en la más cercana, aquí mismo, dentro del Cotume: en quienes aquí los apoyan en su crecimiento, en su fe y en su libertad; y en toda la comunidad: la católica, que tiene en el papa Juan Pablo II su signo humano de unidad, y, aquí en Hermosillo, en el Obispo, Ulises..; y en la comunidad toda de quienes creemos en Jesús y hemos recibido su espíritu y su tarea..; ¿creen en esta comunidad cristiana, así como también en la comunidad de todos los seres humanos, como hijos de Dios, y hermanos todos?

8. ¿Creen ustedes en ustedes mismos: en que son buenos y pueden ser mejores, en que vale la pena el empeño por crecer en consciencia y libertad, en cuidar la propia salud y el propio cuerpo, y cultivarlo por medio del deporte; en que vale la pena cultivar los propios sentimientos, así como también la inteligencia y las habilidades manuales, con la seguridad de que, con ayuda de Dios y de los demás, cada uno de nosotros puede hacerse auténticamente libre y auténticamente hombre?

9. Lo repito: ¿Cree cada uno de ustedes en sí mismo, seguro de que puede salir adelante y superarse, y en que las dificultades, los errores nuestros y de los demás, las caídas y las penas, son oportunidades para superarnos, acompañados por Jesús, que siempre está cerca de nosotros en ellas?

10: Lo repito por tercera vez: ¿Cada uno de ustedes tiene fe en sí mismo, y está seguro de ello?

Esta es nuestra fe cristiana, la que recibimos de Jesús y de la Iglesia en el bautismo, y la que renovaremos todos ahora, al ser de nuevo mojados con esta agua, separada y preparada para que recordemos nuestro bautismo y seamos conscientes de lo que él significa.


Nota: Artículo extraído del blog "Escritos que hoy quiero compartir", fechado al 28 de Marzo del 2005.

Reforma del Estado

El contexto de este breve escrito lo ofrece él mismo en sus primeras frases. Lo comparto ahora, aun antes de presentarlo verbalmente. Dispondré de ocho minutos para hacerlo, para, una vez integrado con otras dos aportaciones, someterlo con ellas a diálogo con los escuchas.


Aportación acerca de la Reforma del Estado Mexicano en materia social

fxsi


Desde mi escasísima formación escolar jurídica, preparatoriana, agradezco y usufructúo la oportunidad que la Escuela de Derecho de la Universidad de Sonora me brinda, para aportar algunas reflexiones personales mías acerca de la 'Reforma del Estado Mexicano'. Me disculpo de ignorar el significado preciso del tecnicismo 'Materia Social', y, como lego en ella, explicito que, para mí, todo asunto estatal mexicano es necesariamente social.

Para empezar, integro textos de cuatro artículos constitucionales, tres de ellos consecutivos [2°, 39°, 40°, 41°]:

En ejercicio de la soberanía nacional, que reside esencial y originariamente en el pueblo, la nación mexicana, única, pluricultural e indivisible, ha decidido constituirse en república representativa, democrática y federal, y ejercer su soberanía por medio de los Poderes de la Unión, conservando sin embargo en todo tiempo su inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno [, así como el de imponer a la propiedad privada las modalidades que dicte el interés público (27°)].

Esta afirmación compleja pretende relatar un hecho histórico de principios de 1917, en el contexto aún bélico de la Revolución Mexicana. Qué tan verdadero sea que la Constitución del 17 (o la del 2005, con lo poco no modificado que de aquélla le queda) sea fruto de la soberana decisión del pueblo mexicano, es algo que podrá ser establecido, no por mí, sino por los historiadores de la Patria.

De todos modos, me parece verdad que la Nación Mexicana quiere estar constituida e irse constituyendo como democracia; y que, poco a poco y no sin retroceder o desviarse, ha ido avanzando en el camino de lograrlo: desde tiempo antes de 1824, hasta hoy.

Hablar en este contexto de una Reforma del Estado Mexicano, me parece válido. Lo haré simplemente mencionando sus premisas. Anoto antes, sólo, que no pretendo afirmar la validez o extensión jurídica de esas premisas; dado que las considero previas al mismo Estado Mexicano, que sólo en ellas puede tener su principio y su fundamento.

1ª premisa: Los 'sentimientos de la nación' son prioritarios sobre cualquier 'estado de derecho': No es la Nación para el Estado, sino el Estado para la Nación: La Nación es previa al Estado, y soberanamente puede decidir 'constiutirse' en Estado (y podría decidir no hacerlo). El Estado debe ajustarse a la Nación, y no la Nación al Estado (como los zapatos han de ajustarse a los pies, y no los pies a los zapatos.., en el supuesto de que no quiere uno andar descalzo).

2ª premisa: La Nación Mexicana está, desde hace varios siglos, en proceso de irse haciendo, y su constitución en Estado y como Estado puede y debe apoyar ese proceso: ayudar a que de veras sea única e indivisible, en la diversidad de sus culturas, por no decir de sus 'naciones' (de las que tenemos ejemplos casi al alcance de la mano).

3ª: La diversidad cultural no es de por sí amenaza real a la unidad del Estado Mexicano (como no de hecho no lo es a la unidad de varios otros estados pluriculturales o plurinacionales). Lo que amenaza seriamente a la unidad nacional (que, más que amenaza, es división actual profunda, que hiere y desangra hoy a nuestra Nación), es el abismo económico que separa a unos mexicanos de otros, desintegrando los sentimientos de la Nación, y, con ello, la Nación misma: No pueden ser los mismos los sentimientos de quien ocupa el cuarto o quinto lugar entre los megamillonarios del mundo, que los de quien sobrevive de la basura y sobre la basura; ni los de quien percibe (entre sueldo y prestaciones) más de siete millones de pesos al año (unos veinte mil pesos diarios), que los de quien mantiene a su familia con un salario mínimo de cuarenta y cinco pesos.., o, peor todavía, sin siquiera él.

4ª: La Nación y el Estado Mexicanos no son los ocupantes únicos del Mundo; y las relaciones inter-nacionales se intensifican día con día. Esto, así como el avance del pensar del hombre acerca de sí mismo, afecta el significado de nociones como las de 'sociedad', 'nación' y 'estado', y ni la Nación ni el Estado Mexicanos pueden sustraerse de esta realidad: noventa años en el devenir de México y del Mundo pueden tener análogos efectos a los de nueve en quien pasa de los once a los veinte años, y cambia de vestuario, por haber cambiado de estatura, de sentir, de pensar y de ambiente y amistades.

: La Nación Mexicana (o 'las naciones mexicanas') han tenido siempre la sabiduría y el celo de su 'soberanía': la que nos ha hecho subsistir, aunque maltrechos, a pesar de numerosas tonterías y traiciones. Confío en que esta sabiduría soberana, que no depende de un texto constitucional, seguirá manteniendo viva y en reforma continua a la Nación, sea lo que sea del Estado Mexicano, o de su Constitución Política. Pero es obvio que, cuanto más fieles a la Nación (es decir: al pueblo soberano) sean el estado, el gobierno, las leyes (y los abogados), mejor propiciarán la pervivencia y el crecimiento mexicanos.

Y termino, añadiendo tres corolarios a estas cinco premisas:

: Me parece oportuna una 'actualización' de nuestra Constitución Política (o, por lo menos, una 'refundición' de ella). Pero no creo que una simple reforma de nuestra Constitución, con la consecuente reforma de nuestro Estado, traiga sin más consigo una reforma de nuestra Nación (más necesaria e importante que la del Estado o la Constitución).

: Me parece de suma importancia para quienes estudian el Derecho que comprendan a fondo, para que no los usen equívocamente (como lo hace la Constitución), el sentido de palabras y conceptos como 'Nación', 'Estado', 'Pueblo', 'País' o 'Gobierno'.

: Más importante me parece todavía que quienes sirven al Derecho o a la Cosa Pública comprendan, sientan y vivan que los 'sentimientos de la Nación' son anteriores a cualquier 'Estado de Derecho'. En otras palabras, que 'la Ley es para el hombre, y no el hombre para la Ley'; y que cualquier ser humano, por el sólo hecho de serlo, debe estar siempre 'por encima de la ley'.., como lo reconoce implícitamente el artículo 39 de nuestra Constitución Política.., o como sabiamente alguien lo enunció: "las necesidades de los débiles deben prevalecer sobre los derechos de los fuertes".

Muchas gracias.

Nota: Artículo extraído del blog "Escritos que hoy quiero compartir", fechado al 30 de Abril del 2005.

Stabat Mater

No es mío el original, por supuesto. Sí la traducción rimada. La comparto al acercarse la Semana Santa, en estas fechas tan inmediatas al que llamábamos antes Viernes de Dolores. Tal vez a alguien le guste...


De pie la madre estaba...

[Stabat Mater]


De pie, la dolorosa Madre estaba
muy cerca de la cruz, bañada en lágrimas
ante el crucificado;
y allí, frente a su amor, brutal espada
partió su corazón, hecho una llaga,
doliente y contristado.

¡Qué amarga la aflicción y la tristeza
de tan bendita Madre, al ver la pena
de su ilustre criatura!:
¡Del único retoño que pariera,
al que cuidara entre caricias tiernas
y amorosas dulzuras!

¿Habrá alguien que contemple sin piedad
a la Madre de Cristo, y sea incapaz
de sentir compasión
de aquella Madre, que sufrió a la par
el suplicio de Cristo hasta el final,
deshecho el corazón?

¡Vio a su dulce Jesús entre tormentos,
cargando los pecados de su pueblo,
sumiso a los castigos;
y miró que su prole iba muriendo,
hasta exhalar, inválido y maltrecho,
el último suspiro!

¡Madre!: Tú, que de amor eres venero,
concédeme sentir tu sufrimiento,
para llorar contigo.
Pon en mi corazón deseos intensos
de amar a Cristo Dios, que como fuego
me apuren a servirlo.

¡Madre santa!: Te pido con fervor
que grabes en mi duro corazón
indelebles las llagas
de quien, clavado en cruz, por mí murió.
¡Quisiera compartir sus penas hoy
con todas mis entrañas!

Dame llorar contigo ante el patíbulo
del Dios crucificado. Te suplico
me des parte en tu suerte:
¡Yo no quiero tener otro destino
que en pie, junto a su cruz, vivir contigo
llorando amargamente!

¡Virgen, entre las vírgenes madre única!:
¿Por qué para mí no eres más fecunda?
¡Quiebra mi corazón!
¡Haz que su muerte yo también la sufra!
¡Haz que sus sufrimientos me recubran,
y viva su dolor!

Te pido que sus llagas me taladren;
que yo beba su cruz, y que su sangre
embriague mi razón.
Así, cuando la muerte me reclame,
confiado y sin temor, iré a aquel trance
bajo tu protección.

Cristo: Te pido que al llegar el fin
de mi vida, me des que sea feliz
en mis momentos últimos,
y que, estando tu Madre junto a mí,
pague con paz el precio de morir
por alcanzar tu triunfo.


Nota: Artículo extraído del blog "Escritos que hoy quiero compartir", fechado al 14 de Marzo del 2005.

Félix Palencia - El jesuita de los converse rojos

El jesuita de los converse rojos.


Recuerdo que a Félix Palencia le dije siendo novicio: “Le agradezco al Bigos que me haya presentado a la Compañía y a ti te agradezco que me hayas presentado a Jesús”. Por eso les pedí a ambos que en la ordenación me pusieran la casulla.

La muerte de Félix me agarró de sorpresa. Hace pocas semanas hablada con él, marqué a casa de su ‘carnala’ (Magdalena) para darles el pésame por José Ignacio. Nunca dijo que se sintiera mal de salud.

A Félix lo conocí cuando, en el noviciado, me mandaron de experiencias de hospitales a la Cruz Roja de la Ciudad de México y me quedé, durante dos meses, en la comunidad de Legaria donde él vivía. Juntos fuimos a las marchas que se hicieron en solidaridad por Acteal (a finales de 1997), recorrimos el templo de San Francisco Xavier de Tepotzotlán y con él fui a conocer las pirámides de Teotihuacán.

A través de Félix aprendí mucho de la historia de la Compañía de Jesús y por él aprendí a amarla más. Recuerdo que me platicó la primera vez que visitó Santa Rosalía, en Baja California Sur. Bajando del camión le preguntó a una niña que vendía dulces: “Oye, ¿hay algo aquí que hayan construido los jesuitas?”. La niña se le quedó mirando con extrañeza y le respondió: “Aquí todo lo construyeron los jesuitas”.

Félix tenía la inteligencia del genio. Si le ponías un reloj descompuesto podría desarmarlo, repararlo y agregarle algunas mejoras, incluso rediseñarlo. Superdotado con la mente y hábil con las manos, fue plomero, albañil y electricista. Haciendo labores de fontanería en la comunidad de Parras, Coah., queriendo abrir un boquete, se encontró con que la pared medía más de un metro de ancho, buscó otra salida, pero a ese agujero le puso luz y un vidrio, para que las visitas vieran la calidad de construcción que hacían los antiguos misioneros.

Era capaz de almacenar gran cantidad de datos y relacionarlos, cualquier problema o teoría compleja la analizaba y la desmenuzaba de tal manera que en pocas y sencillas palabras te hacía un resumen y todo quedaba claro. Era como esos jesuitas matemáticos que llegaban a China tanto para calcular eclipses como para adaptar ritos malabares o traducir libros de lenguas arcaicas. Así tomó textos bíblicos y, de los originales en griego, los pasó al español que usamos en México e hizo una Biblia para leerla en las primeras computadoras. Igual hizo con el libro sobre la vida de Jesús, del caricaturista José Luis Cortés, titulado ‘Un Señor como Dios manda’, que adecuó al habla de los presos y rebautizó como ‘Un Cabrón a toda madre’. Alguna vez, el P. Ignacio Iglesias, SJ. (1925-2009), gran conocedor de nuestra espiritualidad, alto bonete en España y en la Curia General, Asistente de Arrupe en su momento, se dio a la tarea de buscar en el Catálogo de la Provincia Mexicana a ese tal Félix que publicó un manualito de Ejercicios Espirituales de San Ignacio, para felicitarlo por su transcripción a lenguaje contemporáneo.

Félix tenía un corazón grande, inmenso. Lo acompañé tanto en las Islas Marías como en cárceles de Hermosillo a visitar a los ahí cautivos. Uno entraba y pronto empezaban los saludos: “¡Ésele, Félix!”. Llegaba y se sentaba donde estaban los internos, comía con ellos y pasaba largas horas escuchándolos. Recuerdo que en las Islas fuimos a la zona de castigo, conocida como ‘La borracha’, y uno de los ahí recluidos pidió a Félix contara algo de Dios. Empezó a platicar la parábola del Hijo Pródigo, pero en eso Raulillo, un compa de Sinaloa lleno de tatuajes, dijo: “¡Pérese, Padre, esa historia yo me la sé!”. Y comenzó a narrarnos, con dichos y brincos, cómo aquel Hijo se fue de parranda y terminó dándole de comer a los cochis.

Félix tuvo gran capacidad de empatía y profunda sabiduría para acompañar a quienes llegábamos en crisis. Más de alguna vez llegué con el corazón roto o con la vocación hecha pedazos y Félix, con la paciencia y pericia del relojero, me ayudó a rearmar el rompecabezas. Siempre fue un hermano muy humano, un gran amigo. Sus consejos me ayudaron a releer mi historia. Félix creyó en mí. Me ayudó a creer en mi vocación. Me ayudó a creérmela. Me sostuvo en las tormentas, me dio alas y me impulsó para que volara.

Para mí, Félix fue como Alfredo en la película de Cinema Paradiso. Así como Alfredo instruye a Salvatore (Totó) en el gusto por el cine, así Félix me formó en el amor a la Compañía y en acercarme con confianza a la persona de Jesús. También, por así decirlo, me puso frente al Misterio, frente a la contemplación del Amor de Dios, ahí donde uno no sólo es el que contempla sino que uno es el contemplado, donde, en el silencio, se escucha decir a Papá: “Te quiero mucho, hijo mío; y estoy orgulloso de ser tu padre”.

Félix fue un gran compañero de Jesús. Como cada jesuita tenía sus peculiaridades. Era tan libre que a algunos les daba miedo. Conviviendo en la cárcel con tanta gente tatuada, decidió hacerse dos tatuajes, algo de lo que no se arrepintiera nunca, así que en el brazo izquierdo traía un 'IHS' y en el derecho la fecha de cuando hizo votos en la Compañía. Era ingenioso, alivianado, alburero y provocador al modo socrático. Mi hermano, el Güero Bárcenas, en mi ordenación, adivinó quién era Félix pues de todos los sacerdotes ahí presentes, era el único que llevaba converse rojos.

Félix coleccionaba curiosidades, revisando sus escritos me encuentro con algo que le llamó la atención en Jalapa. Ahí se encontró el epitafio de un cura (F. Alonso, 1938) que transcribió del latín y tradujo. Ahora yo lo adapto y se lo aplico a él pues resume bien su vida sacerdotal: Aquí se guarda a Félix, digno del nombre de pastor, pues apacentó amorosamente a las ovejas de Hermosillo, Parras, Chihuahua, Tijuana e Islas Marías. Se resistió a observar leyes injustas, y a los enemigos rebeldes los venció, no con una espada, sino con el amor a Dios. Jesús fue para él su único tesoro, su único antojo, y, por él, le fue dulce vivir y le fue dulce morir.

Extrañaré las largas horas de conversación que teníamos, mientras fumaba sus delicados sin filtro. Extrañaré sus emails, siempre firmados con la frase: "Sé en quién tengo puesta mi confianza".

Mayo, SJ.

Pd. Comparto la Oración de San Ignacio con los cambios que le hizo Félix.

Te entrego, Papá,
toda mi libertad, mi corazón y mi persona;
mis capacidades todas,
y todas mis cosas.
Todo ello tú me lo diste,
y yo te lo devuelvo todo.
Todo es tuyo:
dispón tú de ello como quieras.
Dame que tú y yo nos amemos y queramos,
pues todo lo demás me tiene sin cuidado.







Nota: Artículo extraído del blog "Mayo todo el año", fechado al 24 de Julio del 2015.

Por esta vez

Revisando mis blogs después de la actualización de ellos, me he sentido mal de haber abandonado alguno de ellos hace mucho rato: éste, en particular. Para él, tengo un escrito largo, que habré de subir en varias partes, y no sé si convenga más empezar por las primeras, que irían quedando abajo, o por las últimas (que nunca acabo de decidir que de veras sean las últimas).

Entre tanto decida ante tal duda existencial, por esta vez, para ver si me queda algún lector, pongo un escrito ajeno, pero mío: 'Ajeno', porque lo escribió mi hermano, hace varios años. 'Mío', porque él fue hermano mío, y muy bien supo serlo, y porque me dio este escrito suyo, y porque lo recuerdo con cariño, y porque sé que aprobaría él que yo lo comunicara a otros: No puede hacerlo por escrito, porque murió un jueves santo, hace ya casi cuatro años...





DIALECTICA
31 de marzo de 1980
2 de junio de 1980

ALGUNAS NOTAS SOBRE LA DIALECTICA,
PARA CONTINUAR UNA PLATICA COMENZADA EL 12 DE SEPTIEMBRE DE 1974 E INTERRUMPIDA VIOLENTAMENTE AQUELLA NOCHE.



F. Javier Palencia.

1. Lo primero, obvio es decirlo, es que lo que aquí ponga corresponde a mi comprensión o mi asimilación o apropiación de lo que es o significa la Dialéctica.

2. Prevengo que muchas de las cosas que pueda yo llegar a decir ahora parecerán a primera vista simplemente juegos de palabras, y que, en realidad -en mi comprensión-, son mucho más que eso.

3. Afirmo así la Dialéctica como LA LEY GENERAL DE TODO.

4. Aquí, “LEY” va cargada de todo ese significado de “Regla”, “Norma”, “Modo” o “Modo de ser”, “Forma estable de relación” o simplemente “Relación estable”, etc. Habla pues LA LEY de una cierta regularidad o normalidad normativa, que produce alguna regularidad en las relaciones o algún modo estable de ser o estar ordenado. (También “Orden “ algo tiene que ver con LEY).

5. LEY GENERAL hace referencia expresa e intencional a la amplitud de esta ley, a su comprensión o ‘comprensividad’. Se afirma así que esta ley o ‘modo de ser’ es “general”, es una regularidad general, no particular o específica; que, para colmo, se plantea como válida para todo. Es ley general y lo es de todo.

6. Y aquí TODO tiene el más amplio significado que yo o mi interlocutor o cualquiera puede concebir. TODO es simplemente TODO. Esto es, la totalidad, tan amplia cuanta ésta sea, o sea concebida o sea expresable, y es la totalidad de todas y cada una de las particularidades, pasando por cualquier generalidad que se da o que se dé entre TODO y todos y cada uno, o simplemente, entre TODO y TODOS.

7. Hasta aquí lo único afirmado es la extensión de la dialéctica a TODO como su ley más general.

8. Pero TODO es categorizable de muy diversas maneras. Cada quien puede usar la que le convenga o le venga en gana. Para ilustrar, yo usaré, por ejemplo, la siguiente: Todo es primero todo lo que es o existe, lo que sea o exista (donde uso ser y existencia como si fueran sinónimos; aunque obviamente no lo son, porque la existencia es la referencia de algo al espacio y al tiempo); pero además de ese todo, hay nuestra ideas o comprensiones de todo, que forman parte de un nuevo todo, todavía más amplio. Además, esas ideas con que “identificamos”, “idealizamos”, “representamos” lo mismo a la totalidad que a todas y cada una de las cosas, las expresamos: y nuestra expresión, con que volvemos sobre las cosas, es parte de TODO.

9. Fuera de todo no hay nada. Y la nada (al menos como idea) forma parte del TODO.

10. Otra forma de categorizar es, por ejemplo, simplemente temporal. Por ejemplo: lo que es hoy, lo que fue antes y lo que será: O Local, lo de aquí y lo fuera de aquí; o cualquier otra forma: lo estable y lo no estable, lo esto y lo otro, etc.

11. Hay que notar que -desde siempre- toda vez que se hacen categorías se complementan unas a otras a partir de negaciones: lo esto y lo no esto. (Por ejemplo: lo actual y lo no actual, dentro de ello lo anterior y lo no anterior, al ser ni anterior ni actual o presente resulta lo futuro), (Por ejemplo: lo existente físicamente [esto es, lo en un lugar y en un tiempo concretos] y lo que -siendo- no es físicamente presente: por ejemplo, mi comprensión de ello, mi idea o la palabra...)

12. Todo esquema de categorías (Aristóteles ya manejaba lo substancial y lo no substancial o accidental; y, dentro de ello, lo cuantitativo y lo no cuantitativo o cualitativo) resulta siempre en pares que se completan o -en términos matemáticos- se complementan.

13. Por otra parte, hay que tomar en cuenta que las categorías, cualesquiera que ellas sean, son preclasificaciones mentales o esquemas para entender u organizar nuestra intelección de la realidad. En nuestro entenderlo, TODO es siempre entendido como con partes, y el todo se entiende en ellas y ellas como partes de él.

14. La inteligencia humana aparece así siempre en la doble operación de dividir (analizar) y reunir (sintetizar); y ambas operaciones son de tal manera simultáneas en ésta su primera realización que no sólo no concebimos la una como dándose sin la otra; sino que -de hecho- no se da la una sino en cuanto ella completa, corrige y complementa a la otra.

15. Siempre, pues, entendemos las cosas por y con sus contrarios. Inexplicable el concepto del día sin el de la noche, o el del amor sin el del egoísmo. Pero -completando, corrigiendo y complementando esto- el asunto no es sólo de los conceptos o las concepciones: no es dable el día si no fuera definible por su contrario (si no le diera fines o límites la noche). Una cosa no es sí misma sino en la contradistinción de lo que no es ella: de ahí nuestra idea de definición o de delimitación, o del famoso ‘deslindarse’ o definirse en cuestiones políticas.

16. Todo esto nos ha introducido ya de hecho en algunas afirmaciones que creo válidas para todo: las veo como manifestando una cierta regularidad, una cierta manera estable de ser o de comportarse las cosas todas sin excepción, y, por lo mismo, lo estoy planteando como una LEY GENERAL DE TODO. Estas van a ser ya leyes de la dialéctica.

17. Al menos desde los tiempos de la filosofía clásica alemana, estas afirmaciones fundamentales acerca del ser y del comportamiento de todo se han venido formulando como las tres leyes de la dialéctica: ley del cambio, de la afirmación-negación de la negación, y de la unidad-lucha de los contrarios.

18. La afirmación de estas tres leyes configura a su vez un todo, y no debe plantearse una de ellas sin la afirmación de las otras dos. No es inteligible ninguna sino en y por las otras, y aun en ese sentido no es preciso decir que una es la primera o la segunda o la tercera.

19. La ley que hace referencia al cambio nos afirma que todo es cambio o todo está cambiando o todo es cambiable. La afirmación primaria es que la forma estable de todo es la no estabilidad, el movimiento. Que no hay cosa, en cualquier categoría que queramos entenderla, que no se dé en movimiento, en mutuación, en cambio.

20. Hay más tras esta afirmación: la de que pueden distinguirse -o categorizarse- al menos dos clases de cambio. Los que no afectan a la substancia de la cosa y los que sí; si se quiere pudiera hablarse de cambios substanciales y de cambios accidentales, o -en terminología más moderna- de cambios cuantitativos y cualitativos.

21. Que los cambios principales no se dan sino por acumulación de los secundarios; que aquellos modifican profundamente lo que la cosa es, mientras que los otros no la afectan en sus elementos principales o constitutivos.

22. Y -todavía más- que el balance del cambio es progresivo, avanzante, evolutivo, positivo.

23. Otra afirmación nos hace descubrir que en todo coexisten -complementándose, luchando, enfrentándose, conjungándose- contrarios. Todo es lucha de contrarios o unidad de los mismos. Todo es simultáneamente igual y distinto de sí mismo, todo es simultáneamente uno y múltiple, todo es idéntico y variado. En toda realidad se encuentran elementos contrarios entre sí, y es por ello mismo que nada es estable, que todo está en continuo dinamismo en equilibrio siempre inestable.

24. Por último -y en causación circular con lo que acabo de afirmar: como causa y al mismo tiempo como efecto de ello- el movimiento del cambio resulta evolutivo por que la continua negación de sus estadios sucesivos no permite volver al mismo estadio idéntico anterior.

25. La afirmación o negación de la negación plantea que nada se da ni se entiende ni se explica sino por la afirmación de lo que lo niega: la vida se entiende y se da por la vida y la no vida, las explicaciones son definiciones o delimitaciones. Nada se da sino en unión exigida de su propia negación; pero esta negación (pues es algo) tampoco es posible sino con su nueva y propia negación.

26. Pues bien, esta nueva negación de la negación no es simplemente la afirmación de la afirmación primera; no regresa o repite simplemente lo que se había planteado como un estadio anterior, sino que es siempre -por el cambio, por los contrarios, por las dualidades, por el movimiento- la afirmación de algo nuevo, que a su vez es negado nuevamente en una nueva negación que es nueva y nuevamente negada.

27. Todo es pues siempre algo diferente, móvil, múltiple, cambiante, novedoso... y siempre -en eso mismo- es ello mismo.

28. Cualquier cosa que seamos capaces de concebir, cualquier cosa que pueda o pudiera darse en este mundo de existencia aunque fuéramos incapaces de concebirla, cualquier posibilidad es ella misma en el cambio, en el no repetirse idénticamnete dentro de las coordenadas del espacio y del tiempo que marcan la existencia. En esa identidad y diferencia está su continua posibilidad de ser siempre esto y lo otro, lo actual y lo potencial, lo que es hoy y lo que en germen anuncia lo que será mañana, o en reliquia y recuerdo exhibe lo que fue. Y en este número 28, todo intencionalmente hago uso de viejísimas fórmulas del padre Aristóteles o de la metafísica. Ya dijeron entonces que omia sunt eodem et diversímode o que el ser es siempre acto y potencia. Las tesis más fundamentales de las explicaciones que más alla de la física se plantearon los filósofos fueron precisamente las que entendían el acto por la potencia y la potencia por el acto o las que explicaban la totalidad por la analogía del ser, del pensar y del expresarse; y era la analogía -precisamente- la simultánea identidad y diversidad del ser en si mismo.

29. Ni deja de ser significativo el parentesco innegable, los viejos rasgos de familia, la herencia lingüística común de dia-y-lex y de aná-y-logos. Hay una analogía profunda o una dialéctica entre los conceptos de dialéctica y de analogía.

30. Problema es que siendo TODO así, sin excepción de nada, sin que siquiera la nada como concepto (como ente de razón, dirían los viejos) se forme en excepción. Porque el hombre se transmite mejor en esquemas, porque el hombre necesita del signo y del símbolo, porque resulta más cómodo catequizar con afirmaciones simplistas y simplificantes, porque quisiéramos muchas veces eludir el encontrarnos siempre, indefectiblemente, irremisiblemente, nadando en un movedoso y novedoso río inestable, porque tendemos a asirnos de cualquier asidero, por todo ello; aunque TODO es así obramos comúnmente como si NADA fuera así, como si lo dicho, dicho estuviera; como si lo definido se volviera inmutable, como si los órganos y las tejidos fueran de suyo disecados como podemos encontrarlos en un museo de historia natural, y los ríos fueran líneas azules secas en los mapas, y las gentes respondieran adecuadamente en lo que son al título con el que las tratamos, y los membretes significaran realidades y siempre hubiera posibilidad de decir que a tal hora concreta se acaba el día y toma su lugar la noche.

31. Tendemos por necesidad del conocimiento y la expresión a la foto fija, a la instántanea; al esquema y al mito, al catálogo y al caso típico; pero la vida nos va obligando irremediablemente a saltar del esquema, a romper el tipo, a enfrentar la verdad de que es mentira cualquiera de nuestras afirmaciones incompletas y sin matiz con las que tratamos de manejar la realidad como si ya estuviera dada, como si los contrarios en ella fueran datos irreconciliables, como si lo establecido estuviera establecido.

32. Yo soy el mismo que era al empezar estas notas o al empezar su lectura; y, sin embargo, es obvio que no soy idénticamente el mismo, que me he modificado a la altura de este número 32. Estas notas, plasmadas en letras y palabras son las mismas en sí y -es obvio- no son lo mismo ni significan lo mismo identicamente para sus diversos lectores potenciales, ni para subsecuentes lecturas del mismo idéntico lector, que -por lo demás- ya no es el mismo. Lo mismo es siempre idéntico a sí mismo precisamente porque lo establecido está cambiando, y TODO está cambiando.

33. Y todo está cambiando precisamente por y para que en todo coexisten los contrarios. Afirmar algo como contrario de otro algo es fácil, natural; es cotidiano. Es la única forma de difinir ese algo. Pero los contrarios se dan como contrarios sólo en los casos típicos o en el mundo de nuestra comprensión lógica de la realidad o de sus realidades: hablar de día y de noche, de egoísmo o de desinterés, de blanco y negro o de blanco y no blanco y de negro y no negro, de parte seca y de parte mojada de una playa es perfectamente fácil, es natural y es cotidiano. Poder definir dónde empieza el día o termina la noche, dónde el blanco o el negro son tonos de gris, dónde el egoísmo se vistió de desinterés o dónde empieza en un momento dado la parte mojada de una playa es imposible. Los contrarios están siempre presentes como una necesidad de intelección como contrarios; pero muy pocas veces -sólo en los casos típicos- se dan así realmente.

34. Entender esto es paso ya muy importante. Pero el entendimiento es un contrario de la vitalidad en su sentido pleno. Es parte de ella; pero no lo entendemos como ella. Entender que TODO ES ASI es muy importante, pero no basta con haberlo entendido. Entenderlo es casi siempre un cambio menor en nosotros, a pesar de su formidable importancia, un cambio que llamarían cuantitativo. Habrá de acumularse ‘entendimiento’ para que un día ‘vivamos’ de verdad esta comprensión.

35. He visto muchas gentes que se dicen dialécticas porque conocen o entendieron si acaso algunos de estos rollos. Hablan de categorías de la dialéctica como efecto y causa o esencia y fenómeno, y no han entendido que lo que ahí se planea es la necesaria dualidad de contrarios complementarios; gente que discute cuál es la primera o, sobre todo, cuáles son la segunda o la tercera de las leyes de la dialéctica; y repiten con tono catequético una u otra respuesta sin haberse asomado a percibir que tal vez la pregunta es inútil. He visto muchos que se dicen dialécticos desde los esquemas más férreamente simétricos o bipartitos. He encontrado muy pocos que lo sean de verdad.

36. Ojalá, este diálogo, iniciado hace ya tanto tiempo, en otro tiempo y otras condiciones, dejado madurar como el buen vino en barricas de años y rutina, tenga hoy el sabor de lo que enerva y cambia y enajena y libera.


Reeditado en Mayo de 1996.


Nota: Artículo extraído del blog "Escritos que hoy quiero compartir", fechado al 30 de Enero del 2007.

El precio de los hombres

Hace tiempo que no pongo aquí ningún escrito. Buscando, hoy, casi por casualidad fui a dar a éste. No es tan antiguo, y ciertamente está inconcluso, y aun quizá sin revisar. Anticipando mi petición de indulgencia a mis dos o tres lectores, lo pongo ahora, antes de que mi conexión se cierre por mucho tiempo abierta, en espera de un rato más libre, para poder algo más acabado.

Pues esto, tristemente, no se acaba, ni tiene para cuándo...



El precio de los hombres

Félix Palencia, sI


El comercio se da sólo entre nosotros. Dios es absolutamente gratis, y los animales, como los infantes, nada entienden de compra ni de venta, como tampoco las plantas, el aire, el fuego, la luna, el mar o las estrellas. Por lo tanto, nada saben ellos de los precios.

Nosotros sí, y ¡vaya que sabemos! A la mayoría no nos toca establecerlos. Si acaso, regatearlos... y, finalmente, pagarlos.

De niño, compraba plantas en el mercado de Escandón: al herbolario, sólo las que me encargaba mi mamá; al que ponía las macetitas en la banqueta sobre una hoja de periódico, las que a mí me gustaban. Aunque, si soy sincero, más me gustaban las que mi tía me regalaba: quizá precisamente por esto último.

Me espanté desde primaria al saber un día que hubo un tiempo en que a los negros los vendían, y di gracias a Dios de que eso no pasaba en México. Me acuerdo todavía de la imagen de un negrito encadenado. No la conservo en el papel, sólo en la memoria, y como no sé dibujar, pido me excusen el que no la ponga. Aunque, si hallo otra en el desorden de mi disco duro, voy a ponerla aquí, para que se impresionen como me impresionaba yo de niño.

Más me impresionó un amigo de Chihuahua, residente en San Ysidro: Va ya para veinte años, lo vi, regresado él apenas de un paseo, debe haber sido a Nevada. Describía bosques hermosos, con botes de basura y bebederos, para placer, salud y educación de los paseantes. Pero la amistad le dio para confiarme su indignación y su tristeza: ¡Alquilaban caballos..!

No veía yo por qué indignarse, pues, a fin de cuentas, el paseante los usaba una o dos horas, pero el dueño habría de darles de comer, y de él eran la silla, los aperos y las riendas. Para mi amigo, sin embargo, el problema estaba en que la dignidad del caballo era ofendida... Admiré su sabiduría, y estimé más a mi amigo. Y me entristeció que, siendo flor de asfalto (más verídicamente, de terracería), no hubiera yo mamado esa sapiencia campirana.

Ya para entonces me preguntaba yo acerca del mercado de los hombres...



La prostitución no me había nunca convencido: de adolescente, porque era contra la castidad, que nos manda el sexto mandamiento. Más tarde, porque era compraventa de personas.., disfrazada de compraventa de servicios. Pero nunca imaginé en mi primera juventud que el mercado de personas se extendiera más allá de las llamadas zonas de tolerancia o zonas rojas. ¡Cree uno que ya lo sabe todo, y el mundo nos revela nuevas sorpresas cada día!

Un día, hace tiempo, me puse a hacer las cuentas... Hoy quiero recordarlas.., o rehacerlas: Más que a la memoria, es a la inteligencia a la que suelo pedirle que me auxilie:



He oído decir que en el mundo andamos por los seis mil o siete mil millones. Y no tengo idea de cuántos sean niños o viejitos, o estén tal vez enfermos. Me imagino que los sanos y fuertes seremos cerca de tres mil, por hipótesis, más o menos mitad mujeres y mitad varones. Y supongo que a los otros tres mil millones nosotros les pagamos la comida.

Imagino también (ya los que saben podrán hacer cuentas precisas) que los sanos podemos trabajar unos cincuenta años, y, como me gusta descansar, quiero imaginar, sabiendo que peco de optimismo, que, quitadas vacaciones, gripas y domingos, trabajamos en promedio ocho horas diarias: Era la sabiduría de las hermanas de mi abuela: "ocho horas de trabajo, ocho de sueño y ocho para todo lo demás".

Ahora sí vienen las cuentas, que para algo saqué en segundo de secundaria primer premio en Matemáticas:

Y, primero, las del tiempo:

50 años de 50 semanas dan en total 2500 semanas de trabajo; y seis días de ocho horas dan un total de 48 horas. Por que las cuentas no se me compliquen, y por respeto a la OIT y a las conquistas laborales, prefiero poner en mi optimismo semanas de sólo 40 horas.

Así resulta fácil: ¡porque 2500 por 40 da exactamente 100 mil horas de trabajo!

No se me olvidan las mujeres, y temo me estorben en mis cuentas: Aunque las saben hacer de maravilla, y aunque haya quien diga que mejores que para las cuentas son para los cuentos, ciertamente conozco a muchas que saben estirar el dinero mucho mejor que nosotros, los varones.

Pero de todos modos hay problemas: muchas de ellas ya 'trabajan'; pero la mayoría siguen haciéndolo gratis, igualito que como trabaja Dios... No haciendo el cuento largo (que no soy bueno en hacer cuentos), ¡yo nunca he pagado mi gestación, ni los litros de leche que mamé del pecho de mi madre!

Que me perdonen, pues, sexo fuerte y sexo débil, que, en abstracción genérica, haré mis cuentas simplemente considerando al ser humano, varón o mujer, llamado en forma breve 'hombre'.

Total: que, en promedio, un hombre trabaja en su vida 100 mil horas, y a lo largo de su vida da de comer a otro ser humano, niño, enfermo o anciano, de él económicamente dependiente.

Lo cual me da ya base firme para llegar a conclusiones en mis cuentas (¿o mis cuentos?).



Cuando voy a la tienda de la esquina, suelo preguntar a quien la atienda '¿a cómo tiene el queso, doña Mary?', o al que me ofrece frente al Banco las pitahayas le pregunto: '¿a cómo las das?'. Lo que quiero saber es, en realidad, cuánto valen o cuánto cuestan el queso o las pitahayas.

Ya me han dicho que yo no entiendo las leyes del mercado: ¡Será porque, casi no aceptando ni las leyes que Dios da, mucho menos me complace aceptar que don Mercado me dé leyes! Pero alguna vez alguien me dijo que una cosa es lo que las cosas valen y otra lo que cuestan, y que hay mucha diferencia entre el precio y el valor:

'Precio', me dijeron, es el dinero que hay que dar para que alguien me dé algo; 'costo', lo que costó conseguir eso que me dan, y 'valor' lo que de veras esa cosa vale.

Y me la complicaron un poquito más: Porque, me dijeron, las cosas valen de dos modos diferentes: Uno, porque me sirven para algo, como el aire, el agua, la comida, un lápiz y un cuaderno o una pala... Y el otro, porque, aunque no encuentre para qué me sirvan, sí me sirven para cambiarlas por otras cosas que me sirvan.

De lo primero puse ya varios ejemplos. De lo segundo, parece que el mejor ejemplo es el dinero, que sirve para comprar algo, si es que hay alguien que lo venda, y si no, apenas sí sirve para casi nada: las monedas, para hacer ruedas de carritos o para jugar Damas con ellas; los billetes, a veces, para encender una fogata, y el "dinero de plástico", creo que sólo en un libro, para señalar la página en que voy en mi lectura.



Por ponerme a pensar, me estoy metiendo en líos. Porque, por ejemplo, el agua sí me sirve; pero poco a poco, para que no me ahogue; y mucho mejor si sale por la llave de mi casa (ya les dije que me crié en ciudad); y lo mismo el gas, si sale por la llave de la estufa.

En Chihuahua, el petróleo me servía: pero no el que dicen que está escondido en los adentros de la tierra, sino por el que hacía cola en la petrolería; como que gracias a él resistí varios inviernos.

El otro, el de los pozos, no me sirve para nada, como ni los relámpagos del cielo..; a no ser, éstos sí, para gozar de su espectáculo. Y, pensándolo bien (y para vergüenza mía), tampoco me sirven las manzanas cuando están colgadas en el árbol, ni la carne de las vacas cuando anda todavía dentro de su piel y en cuatro patas. Así que, para mí, no valen más que las estrellas para el Negociante de Saint-Exupèry en El Principito, aunque él dijera que eran suyas y le servían para contarlas.

Hace mucho, no sé por qué, no quisieron publicarme un artículo en el diario de Ciudad Nezahualcóyotl: Acababan de subir los pasajes, y yo decía que me daba mucho gusto, porque pensaba que le iban a dar más a un amigo mío que manejaba uno de ellos, a veces desde las cinco de la mañana hasta las once de la noche...

Y no sólo a él, desde luego: también a los mineros que sacan el hierro de lo hondo de la tierra, y a todos los que hacen el camión, que debe de costar mucho trabajo, a juzgar por el que me cuesta a mí cambiarle el aceite a mi Volkswagen.

Porque yo no entendía, como no entiendo todavía, que pudieran haber subido de precio los metales que Dios escondió en algunas montañas de la tierra, ni el petróleo con que llenó algunas de sus cavernas interiores.

Sigo pensando que la diferencia entre la nieve de las montañas y la que me ofrecen mis amigas en su casa no es otra que el haberle echado un poco de vainilla y haberla traído a casa de ella. Y me parece bien que a quien haya hecho todo eso le alcance lo que le pagan para comerse un barquillo siquiera o para pagar el pasaje del camión para ir por ella.



Platico todo esto porque creo que tiene que ver con el precio de las cosas.

Voy entendiendo por qué las cosas tienen precio: ¡porque cuesta trabajo conseguirlas, y el precio y el dinero no son sino la manera de cambiar unas por otras!:

No siempre un pescador puede comerse todo lo que pesca, ni puede vivir sólo de pescado: Para los taquitos hacen falta las tortillas, y para ellas, el maíz; y está difícil que el mismo que pesca siembre maíz y haga tortillas, o que el Gobernador o el Presidente cuiden pollos u ordeñen vacas, por más que uno y otro sepan hacer cada uno lo suyo.

Acepto, por tanto, que las cosas tengan precios, y que no sean iguales todos estos: Me imagino que cuesta más trabajo hacer un avión o manejarlo, que poner a cocer los frijoles y hacerlos refreír (aunque, para mí, los frijoles refritos me gustan y me sirven más que los aviones).

Hay algo, sin embargo, que yo no acabo de entender: que el trabajo humano tenga también precios diferentes: ¡No lo creería, si no lo hubiera visto en la tabulación de los salarios mínimos, o si no lo viera en las casas, la ropa y las despensas de los pobres y los ricos!

¿Por qué vale más el trabajo de unos que el de otros?

Para mí, el más útil de todos es el de campesinos, vaqueros y pescadores, que son los que hacen la comida; y, por lo general, no veo que sean los que ganan más dinero.

Ni tampoco es que yo creo que deban serlo: También, en algún sentido, me alimentan Saramago o García Márquez, y me siguen alimentando Grieg y Silvio Rodríguez.

Lo que me imagino es que ninguno de ellos, como tampoco el Gobernador o el Presidente, necesitan comer más que un campesino (por desgracia, no puedo citar a ninguno por su nombre), o Cuco (¡ése sí, mi buen amigo!), peón del maestro José, albañil que me sacó de tanto apuro.

Y, antes de que se me pierda, vuelvo al papelito en que hice las cuentas anteriores: y expreso elegantemente lo que hallo: La capacidad laboral promedio del ser humano es de cien mil horas en su vida.

De modo que a un político (que no lo será de por vida, por supuesto) le pagan fácilmente 500 pesos por hora de trabajo, y a un ayudante de albañil aproximadamente, si le va bien, unos 10 pesos. Y la vida laboral toda del primero está valuada en 50 millones, que es lo que me da 500 por 100 mil, y la del otro tan sólo en un millón, que me resulta de multiplicar 100 mil por 10.

Y no me meto ya en los números de los grandes empresarios, porque creo que son supersecretos. Pero sí me imagino que algunos (como Billy Gates) dejan en ridículo a mi diputado, a cuyos 500 pesos habría que añadirles varios ceros, y, desde luego, ponerlos en inglés y no pensar en pesos sino en dólares.

Yo, la verdad, no estoy de acuerdo en esto. No dudo que así sea, pero no creo que deba ser, ni mucho menos que así tenga que ser. Ni creo tampoco que a todos los pobres les guste mucho que así sea.

Si, por ejemplo, yo siembro tomate y lo cultivo, no veo por qué, no más porque no me lo puedo comer todo al momento, ni puedo refrigerarlo o enlatarlo, no me quede otra que venderlo, para, cuando lo necesite, tener que ir a comprarlo. Pero, sobre todo, si la tierra no es mía, no estoy de acuerdo en que me paguen para sembrarlo y cosecharlo, y luego tenga yo que pagar para comprarlo.

Entiendo que yo no puedo hacerlo todo, y no tengo nada en contra de que reciba yo un dinero que me simbolice mi trabajo o mi tomate, para que pueda yo cambiarlo por otras cosas que puedan ofrecérseme.

Pero en lo que no estoy de acuerdo es en que no fije yo los precios.., o, no sé qué es lo que pase, pero el caso es que cada vez estoy más pobre y cada vez veo que mi patrón está más rico.

Me dicen que es porque casi cada sábado me echo mis caguamas; pero, el otro día, que era temprano y me dio flojera ir al expendio, vi que también el patrón compraba tragos, nada más que de unos que vienen en una botella con cajita, y que, con lo que cada botella le costaba, me bastaba a mí para las caguamas de tres meses...

Un día alguien me explicó que los precios y salarios no los decidía nadie, sino que quien mandaba era el Mercado. Y me explicó que la cosa era muy sencilla: Si hay mucho que está en venta y hay muy pocos que compren, los precios se derrumban; y si hay muy poco en venta y muchos que quieran comprarlo, los precios se trepan a las nubes, por no decir que a las estrellas.

Me dijeron que eran las leyes del Mercado, y como no quería yo aceptar que me mandara ese señor, me explicaron que no eran leyes que mandaban, sino simplemente leyes que explican que las cosas así son.

Y no faltó el ejemplo: como la de la gravedad, que inventó un Newton, que no es que mande cómo se caigan las cosas, sino que nos hace saber cómo se caen, o la de no sé quien, que dice que el agua hierve al calentarse, pero no porque ella le mande al agua y el agua le obedezca.



Por un rato me tranquilicé y me conformé. Pero lo malo es que seguí pensando:

Yo estoy de acuerdo en que hay leyes que hizo Dios, como la de que las cosas se caigan o la de que hierva el agua; pero no creo que él haya hecho las leyes del mercado, en primera, porque él no hizo el mercado.

No sé yo cuándo haya empezado el mercado, el que las cosas y el trabajo se compren y se vendan; pero para mí alguien lo inventó, que no fue Dios.

Y no es porque lea mucho la Biblia, ni porque rece mucho ni me preocupen mucho las cosas religiosas. Sino, simplemente, porque, si hay Dios, ha de ser bueno, y esas leyes del mercado no son buenas.



La verdad es que desde que nací el mundo ya estaba dividido, no sólo entre países, sino, lo que es peor, entre los pobre y los ricos: en mi misma ciudad era muy claro: unos viajábamos en camión, y otros viajaban siempre en carro; unos compraban ropa a cada rato, y otros usábamos la que los primos más grandes nos pasaban, o la que mi mamá misma nos hacía.

Y había otros niños, los de la vecindad de muy cerca de la casa, que seguro no tenían primos o no tenían mamá, porque los grandes sí traían calzón, pero no traían camiseta, y los chiquitos, al revés: usaban camiseta, pero no traían calzones. Y andaban todos descalzos, por supuesto.

En Historia aprendí que los romanos ya usaban las monedas, y hasta vi unas, no de los romanos, pero si de cuando era presidente don Porfirio... ¡Quiere decir que eso del dinero y del mercado debe ser ya cosa muy antigua!

También aprendí desde niño que el que manda es siempre el dueño del balón: él es el que dice cómo se hacen los equipos, el que da los pasos para medir las porterías y el que dice si fue de veras gol o si fue pénalti y el que decide que ya se acabó el juego. Y, a fin de cuentas, el equipo de él es el que gana siempre el juego.

Y yo veo que en eso del mercado, no tanto manda él, sino su dueño:



Porque yo no sé quién inventó el juego. Pero el hecho es que el juego se juega a doble cancha: una, en la que agarra uno dinero; y la otra, en la que uno lo entrega.

Siempre se enfrentan en el juego dos equipos: el equipo de los dueños, y el otro equipo: el de los que no son dueños.

El juego no se juega con balón, sino que se juega con dinero; y la cancha de divide en dos, como en muchos otros juegos: del trabajo y la de las tiendas.

En la del trabajo, le dan dinero a uno, según lo que trabaje; y en la de la tienda, uno da el dinero, según lo que compre.

Para agarrar dinero, todos pueden trabajar: los dueños y los que no lo son, y al dinero que por su trabajo agarra uno, se le llama 'salario'. Y en la tienda, todos pueden comprar, y al dinero que paga uno por sus compras, se le dice 'precio'.

Pero los dueños, además, también pueden agarrar dinero en cualquiera de las dos canchas: en el trabajo y en la tienda. A ese dinero lo llaman la 'ganancia', y, al final del juego, el equipo que tiene la ganancia es el que lo gana.

Cuánto sea el salario y cuáles sean los precios, es lo que dicen que lo decide don Mercado: si muchos quieren trabajar, bajan los salarios; si muchos quieren comprar, suben los precios.

El problema está en que todos tienen que trabajar, menos los dueños; porque, si no, ¿de dónde agarran el dinero? Y, además, todos tienen que comprar, porque, si no, con qué se visten y qué comen?

De manera que los salarios siempre bajan y los precios siempre suben...

Para que esto no se note, hay dos caminos: uno, muy sencillo, es haciendo más dinero: Con eso, pueden decirle a uno que se aumentan los salarios, y que, como las cosas salen más caras, pues... ¡los precios también se aumentan! Con lo que viene a ser lo mismo. Y el otro, se le quitan ceros a todo, como lo hizo Salinas de Gortari, con lo que todo parece que baja por parejo, precios y salarios, y la cosa sigue exactamente igual.

Hay otro cuento que dice que todos los que juegan el juego están de acuerdo con las reglas; y que, al que no le gusten, basta con que no lo juegue.

Pero, ¿qué le queda a uno? ¡Ni modo que yo trabaje sólo para mí, y haga yo solo todo lo que necesite! Y, ¿qué me queda..? ¡Pues aceptar el salario que me ofrezcan, y pagar el precio que me pidan..! A no ser que yo sea el dueño; porque, entonces, si aumentan los precios, aumenta mi ganancia, y si bajan los salarios, también aumenta mi ganancia.



Pero no sé si esto está muy complicado... Vamos a jugarlo más: uno solo en cada lado. Yo soy el dueño y tú eres el no dueño. Si quieres trabajar, ponte a hacerlo, y yo te pago lo que quiera; y si no quieres, pues no trabajes, y te quedas sin dinero. Y, si quieres comprar, te vendo lo que quieras; pero al precio que yo quiera: si no quieres, no lo compres; pero, entonces, ¡a ver qué es lo que comes!

El secreto está en que lo mismo que tú haces trabajando es lo que yo te vendo; pero te lo vendo más caro que lo que te pague por tu trabajo. Si no, ¿de dónde sacaba mi ganancia..?

¿Qué pasó..?: ¿Te gusta el juego..? Pues, si no, ¡ni modo! Porque el dueño no eres tú, sino soy yo: el dueño del balón y de la cancha, y el que hace las reglas del juego... ¡Ah!: Y soy también el árbitro, además...

Y se me olvidaba: Por si no te habías dado cuenta, fíjate que yo soy el campeón en este juego y el que gana siempre los trofeos...



Después de haber visto esto, y, la verdad, ya un poco cansado de pensar, me acosté un rato a descansar, y me quedé dormido. Ni me acordé de cenar, y, no sé si fuera por el hambre o por seguir pensando en lo del juego, pero de que me acuerdo es de que se me antojaba mucho ser el dueño...



Estaba yo dormido, vestido, cuando casi me tumba la puerta de la casa mi compadre. No había amanecido todavía, y venía a invitarme a que lo acompañara: ¡En una rifa se había sacado un viaje, y no quería irse solo..! Era todo pagado, y para dos personas.

Eché dos o tres cosas en mi mochila, y me trepé en el burro que para mí guiaba, desde su caballo, mi compadre. Fue rápida la revisión del aeropuerto, y, llegado apenas a mi asiento, pronto me quedé dormido.

Soñaba que iba entre nubes, y que, abajo, se veía chiquito el mundo. Desde niño, lo había visto en los mapas, pintado de colores: México era amarillo y Estados Unidos era rosa; pero por más que quería saber por dónde andábamos, nunca pude distinguirlo...

No me había dado cuenta, pero el avión tenía en el piso un agujerito que daba para abajo, como el de la llave en una puerta antigua. Y quise ver qué se veía:

Quería ver la doble cancha del partido, para ver qué mitad era más grande: si la tienda o el trabajo; pero tampoco pude distinguirlas. Ni menos cuando el avión se metió en el mar, y no miré casi nada: sólo de vez en cuando un pescadote grande, y el corredero (no sé si se diga el 'nadadero') de todos los chiquitos, para que el grande no se los comiera.

Avisaron que ya habíamos llegado, que estábamos en Jauja; y que esperáramos a que abrieran la puerta. Me dio miedo que agua se metiera, y salimos caminando en una como playa, pero dentro del agua, que nos servía como de aire para los pulmones.

Llegamos a la ciudad, y toda estaba hecha de oro. Y toda la gente andaba con corbata y bien vestida. Yo quería ver a los pobres, y, por más que me asomé, no vi a ninguno.

Le pregunté por ellos a una niña, y me dijo que qué era eso de 'pobres'. Y yo le dije que los que tenían menos que otros. Y me dijo que no sabía si ella era pobre o rica, porque todos tenían allí muchísimo dinero, pero que no sabía ni para qué servía.

Le expliqué el juego del mercado, y me dijo que no sabía jugarlo, y que ni quería aprenderlo, porque no le parecía muy divertido.

Me dijo luego que para ella su diversión era el trabajo, y que todos se divertían igual que ella; y que, cuando necesitaba algo, le bastaba ir a agarrarlo a la 'procura' (que así le dicen a donde todos ponen todo lo que hacen trabajando y donde agarran todos lo que van necesitando.

Me dio un poco de frío, y quise ponerme la chamarra. Pero, al querer irla a buscar a mi ropero, vi que en esta página no había más que un montón de enes, y tuve que borrarlas para poder ponerme a escribir esto que sigue...



No me acuerdo ya bien en qué iba en lo que estaba yo escribiendo; pero sí que eran los ricos los que ganaban siempre el juego. Y me puse a pensar cómo le habrían hecho para hacerse ricos.

Si ya eran un poquito ricos, la cosa estaba fácil; porque quiere decir que ya también algunos eran un poquito pobres. Y, ya empezado, no es difícil:

Si yo tengo una garrocha larga con un gancho, y el otro no la tiene, le puedo decir que trabaje para mí bajándome la fruta, y que yo le pago si lo hace. Y basta que le dé un papel firmado y con un número, y que yo me quede con la fruta.

Si luego tiene sed y quiere, por ejemplo, una naranja, le digo que no se la regalo; pero que, si quiere, se la vendo, y le puedo decir cuánto le cuesta.

Si, por ejemplo, el bajó para mí cien naranjas, en el papel le pongo yo '50 N', y le digo que ese es su sueldo por bajarlas. Y cuando me pida unas naranjas, le digo que sí: que cada una le cuesta 5 N. Y así, de las cien que él me dio, no le devuelvo más que diez, y las otras noventa me quedan de 'ganancia'.

Y si quiere más, pues le presto la garrocha para que me baje las que quiera, y ya con eso puede tener 'enes' para seguirme comprando mis naranjas.

Todo el secreto está en haber agarrado primero la garrocha, o en que a mí se me haya ocurrido antes que al otro que con ella se podían bajar muchas naranjas sin necesidad de treparse al árbol y espinarse.

Y, si hay por allí muchas garrochas, lo que tengo que hacer es ir a la Oficina de Patentes, para que no más yo pueda usarlas, y para que si algún otro las usa, lo lleven al Ministerio Público y lo metan en la cárcel.

Y si sale de la cárcel y no aprende, y sigue usando las garrochas, pues, ¡muy fácil!: no más lo mato a garrochazos, ¡y se acabó el problema!

. . . . . . . .

Andando en este enredo, me topé con un librito, que no sé de quién era: de alguien que parece lo leyó, y marcó con amarillo algunas frases. Las leí en un rato de ocio, y, con perdón de ustedes, voy a copiar algunas de ellas, porque me pusieron a pensar un poco y creo que empiezo a dejar de hacerme bolas.

Suponiendo que algunos trabajos realizados por el hombre pueden tener un valor objetivo más o menos grande, sin embargo queremos poner en evidencia que cada uno de ellos se mide sobre todo con el metro de la dignidad del sujeto mismo del trabajo, o sea de la persona, del hombre que lo realiza (pg. 24).

El trabajo es un bien del hombre –es un bien de su humanidad–, porque mediante el trabajo el hombre no sólo transforma la naturaleza adaptándola a las propias necesidades, sino que se realiza a sí mismo como hombre, es más, en un cierto sentido 'se hace más hombre' (pg. 35).

[...] se debe ante todo recordar un principio enseñado siempre por la Iglesia. Es el principio de la prioridad del "trabajo" frente al "capital". Este principio se refiere directamente al proceso mismo de producción, respecto al cual el trabajo es siempre una causa eficiente primaria, mientras el "capital", siendo el conjunto de los medios de producción, es sólo un instrumento o la causa instrumental. Este principio es una verdad evidente, que se deduce de toda la experiencia histórica del hombre. (pg. )

La prioridad del trabajo humano sobre lo que, en el transcurso del tiempo, se ha solido llamar el capital: En efecto, si en el ámbito de este último concepto entran, además de los recursos de la naturaleza puestos a la disposición del hombre, también el conjunto de medios con los cuales el hombre se apropia de ellos, transformándolos según sus necesidades (y de este modo, en algún sentido 'humanizándolos'), entonces se debe constatar aquí que el conjunto de medios es fruto del patrimonio histórico del trabajo humano. Todos los medios de producción, desde los más primitivos hasta los ultramodernos, han sido elaborados gradualmente por el hombre: por la experiencia y la inteligencia del hombre. De este modo han surgido no sólo los instrumentos más sencillos que sirven para el cultivo de la tierra, sino también –con un progreso adecuado de la ciencia y de la técnica– los más modernos y complejos: las máquinas, las fábricas, los laboratorios y las computadoras. Así, todo lo que sirve al trabajo, todo lo que constituye –en el estado actual de la técnica– su 'instrumento' cada vez más perfeccionado, es fruto del trabajo. pg. 45-46)

Los bienes de producción no pueden ser poseídos contra el trabajo, no pueden ni siquiera ser poseídos para poseer, porque el único título legítimo para su posesión –y esto ya sea en la forma de la propiedad privada, ya sea en la de la propiedad pública o colectiva– es que sirvan al trabajo; consiguientemente que, sirviendo al trabajo, hagan posible la realización del primer principio de aquel orden [el de la propiedad], que es el destino universal de los bienes y el derecho de uso común (pg. 54)

Si es verdad que el capital, al igual que el conjunto de los medios de producción, constituye a su vez el producto del trabajo de generaciones, entonces no es menos verdad que ese capital se crea incesantemente gracias al trabajo llevado a cabo con la ayuda de ese mismo conjunto de medios de producción, que aparecen como un gran lugar de trabajo en el que, día a día, pone su empeño la presente generación de trabajadores (pg. 56).

No existe en el contexto actual otro modo mejor para cumplir la justicia en las relaciones trabajador-empresario que el constituido precisamente por la remuneración del trabajo. [...] ...la justicia de un sistema socio-económico y, en todo caso, su justo funcionamiento merecen en definitiva ser valorados según el modo como se remunera justamente el trabajo humano dentro de tal sistema. A este respecto volvemos de nuevo al primer principio de todo el ordenamiento ético-social: el principio del uso común de los bienes. [...] ...el salario, es decir, la remuneración del trabajo, sigue siendo una vía concreta, a través de la cual la gran mayoría de los hombres puede acceder a los bienes que están destinados al uso común: tanto los bienes de la naturaleza como los que son fruto de la producción. Los unos y los otros se hacen accesibles al hombre del trabajo gracias al salario que recibe como remuneración por su trabajo. (pg. 73-74).


El librito dice 'Encíclica', cosa que no sé con qué se coma; y tiene fecha del 14 de septiembre de 1981. Parece que lo escribió un señor, que se murió hace poco, muy viejito. Pero cuando lo escribió, él no estaba tan viejito, porque fue hace casi ya 25 años.

Pero parece que nadie lo leyó, o, por lo menos, que nadie le hizo caso. ¿Será que todos pensaban que ese señor estaba tonto?, ¿o a la mejor juzgaron que era comunista, de esos que se dice que quieren acabar con Dios?

No entiendo. A la mejor soy yo el que de veras es un tonto...


Nota: Artículo extraído del blog "Escritos que hoy quiero compartir", fechado al 23 de Noviembre del 2005.

Cómo hablar de Dios...

Esta nota, reciente, responde a una pregunta muy concreta, misma con que la titulo. Originalmente escrita como correspondencia particular, no veo por qué no darla a la luz pública, pues pienso pueda serlo de alguna utilidad. ¿Cómo hablar de Dios a los 'niños de la calle'?

Félix, s.I.

0.

Te escribo, N.N, en familia, por intentar una respuesta a la pregunta que de una amiga tuya me transmites. Me dices, en efecto, que 'una gente querida que trabaja con Niños de la Calle, te pide ayudarle a preparar una catequesis. De dónde partir para anunciar a Dios si no puede ser como Padre y Madre'.

Y, como es costumbre, quiero empezar por precisar algún uso de los términos, por deslindar el planteo de la cuestión: Ante todo, distinguir entre 'anunciar a Dios' y 'catequizar':


1. Entiendo el 'anunciar a Dios' tuyo como 'evangelización': dar la buena noticia a quien la necesita, formule o no formule verbalmente la pregunta. Y creo que no siempre es buena noticia el anunciar o el informar de Dios: Juzgo, por el contrario, que, en muchos casos, la buena noticia será precisamente la contraria: el no anunciarlo o, si vale decirlo así, el 'desinformar' acerca de él:

La cultura galilea parece haber sido muy religiosa en tiempos de Jesús (como quizá lo sea hoy la de esos 'niños de la calle', y como lo era sin duda la misma de Jesús). Y tal vez por ello frecuentemente Jesús habló de Dios, o aun le habló a él. Pero no siempre hizo lo mismo:

Claros casos son, a como los relatan los textos evangélicos, los de su trato con un romano y con una cananea, y, en momentos cruciales, con el procurador Poncio Pilato:

El primero de ellos lo narran Mateo, Lucas y Juan, y ni uno de los tres menciona a Dios: Un hombre tiene un problema, y acude a Jesús pidiendo ayuda. Jesús le dice que ya su hijo sanó, y el capitán le cree y se retira, alegre. No recibió un 'anuncio' referente a Dios, sino la buena noticia que deseaba.

El segundo, referido por Marcos y Mateo, es del todo paralelo: La mujer busca en Jesús curación para su hija; aun humillada, insiste, y él le repite lo mismo: que su hija ya sanó. No recibió un 'anuncio' referente a Dios, sino la buena noticia que deseaba.

El tercer caso Juan lo relata con lujo de detalles. Entre ellos, ni en palabras del uno ni del otro es mencionado Dios (a no ser, quizá, al cuestionar Jesús el poder de quien se acaba de afirmar dueño absoluto de Jesús (Jn 19:10-11).., razón quizá por la que Pilato ya no se esforzó demasiado por dejarlo en vida y libertad).

Parece, pues, claro que, al menos para Jesús, 'dar buenas noticias a los pobres' no significó necesariamente hablarles de Dios... Pero, ¿qué, cuando se trataba de su pueblo?

Es obvio que su conflicto fue con ese pueblo (excepto quizá, relativamente, con un pequeño 'resto' de él), y tanto más lo fue con aquéllos de ese pueblo que más sabían de Dios: escribas, fariseos, sacerdotes...

Por milenaria tradición, para ese pueblo creyente (o por lo menos, crédulo), parecía esencial se le hablara de Dios..; pero no precisamente para anunciarlo (al menos desde Moisés ya era anunciado, con antecedentes de Abraham, Isaac y Jacob); sino, más bien, lo que urgía era 'se le desinformara' acerca de él:

El pueblo era, como todo 'pueblo', fundamentalmente un pueblo que sufría; incluídos en él leprosos, ciegos, hambrientos, paralíticos, tullidos, y otros (tipificados algunos en Magdalena, Zaqueo, Leví, Nicodemo, Samaritana, y aun los 'Doce' (alguno con suegra y otros con papá y mamá); y todavía otros más, como unos novios en apuros o una madre cuyo hijo acaba de morir...

En común tienen todos ellos su insatisfacción o percepción de necesidades más o menos perentorias.., y lo que Jesús les anuncia es que ellas tienen solución. Y no es raro que al hacerlo hable de Dios... Pero, ¿¡de qué Dios!?

De uno identificable descriptiva o narrativamente por algunos de sus más patentes rasgos (el que está en el cielo, el que hace salir el sol, el que nos libró de Egipto, el que dio la ley a Moisés, etcétera); pero del cual niega Jesús, con sus hechos y palabras, un buen número de 'atributos' (es decir, de cosas que se le atribuyen comúnmente):

Es un Dios, en efecto, que no se preocupa demasiado de que las leyes sean cumplidas, ni mucho menos de castigar a quien no las cumpla; un Dios que antepone siempre sobre cualquier valor al hombre, a todo hombre: su vida, su esperanza, su dignidad, su libertad...

Juan resume esto diciendo que no hay otro Dios que amar, y Pablo en Atenas ensaya hablar del venerado como 'Desconocido', y canta, desde su incipiente teología judeo-romana, al amor... Pero todo esto es posterior, y pertenece más a la catequesis que a la evangelización.


Jesús mismo también es catequista, no sólo con su 'Doce', pero principalmente para ellos. Como, ambas cosas, lo son ellos también, como los presenta Lucas al narrarnos sus 'Hazañas', y se ve por las 'cartas' que a algunos de ellos tradicionalmente se atribuyen.

Porque Jesús, como después 'los doce' y los escritores de las cartas, no trataban sólo de dar buenas noticias (aunque generalmente lo hacían, según sus diversas mentalidades y culturas); sino también, y muy principalmente, de ver de apoyar al grupo naciente y creciente: a esa iglesia 'apostólica', portadora, ella sí, de buenas noticias para todos.

No es, me parece obvio, la finalidad de la evangelización el incorporar gentes a la iglesia, sino el aliviar a la sufriente humanidad; pero, para ello, es bueno que siga referida a su maestro, y que, por tanto, en alguna manera sepa de él.

Y, si para ello le ayuda conservar signos y rituales, ¡bien hayan ellos..! Pero, si no, ¿qué sentido tienen?

En todo caso, no creo que sea recta catequesis la de hacer aprender de memoria el símbolo nicenoconstantinopolitano


("nuestra fe se ha nicenoconstantinopolizado,
¿quién la puede desnicenoconstantinopolizar?
–El desnicenoconstantinopolizador
que la desnicenoconstantinopolizare
buen desnicenoconstantinopolizador será");


como ni tampoco el seguir malrepitiendo enseñanzas agustinianas o tomistas..; pero ni siquiera teilhardianas, rahnerianas, delubacanas o ratzingerianas. ¿Qué entendería de todo este párrafo un 'niño de la calle'?

Y, tras este cuasipreámbulo, quiero ir llegando al punto preguntado, por no correr el riesgo de no pasar de sólo un preámbulo..:

2.

Empezaré por preguntarme esto: ¿qué necesita el 'niño de la calle'?: ¿Qué le urge a él sentir, saber o comprender?, ¿qué siente, sabe o piensa, que le destruye o estorba dignidad, libertad, humanidad..? ¿Qué duda, sospecha, intuye, ha oído, medio se cree y medio no se cree?

Para quien esté cerca de él, creo no será muy difícil saberlo (o intuirlo, sospecharlo); dado por obvio que 'estar cerca de él' es ante todo quererlo (lo cual supone quererlo tal como es).

El 'niño de la calle', pienso yo, es una casi frustrada posibilidad de llegar a ser persona..; pero lo es, muy en primer lugar, por percibirse así a sí mismo:

No quiero decir que sea ése el origen primero temporal de sus deficiencias o carencias, pues las actuales vienen creciendo desde que un espermatozoide y un óvulo se unieron en alguna trompa de Falopio: Me refiero, sí, a la raíz, principio y fundamento de la condición sufriente del 'niño de la calle':

Creo que el 'niño de la calle' sufre y se frustra por estar en alguna manera persuadido de que es simple basura, condenada a medio subsistir: de que no vale nada, no merece nada, no es digno de nada..; persuasión que se siente agudizada si se le añade la de que en alguna manera tiene culpa en ella.

A quien está cerca del niño, esta persuasión última parece estúpida del todo; pero no siempre así al niño, a quien, tratado frecuentemente como contaminante cucaracha, se le hace introyectar esa persuasión, y se le confirma diariamente.., a veces, aun por quien trata de 'ayudarlo':

No es 'ayuda' lo que el niño necesita: lo primero es que sepa que él no tiene la culpa. Y esto no se le puede hacer saber a base de charlas o de prédicas: Le voy más al atajo andado por Jesús para adentrarse al chaparrito de la higuera: "¡Invítame a comer!"

Para mí, dar la buena noticia va por ese rumbo..:

Que sienta el niño que, por muy basura que se crea, hay alguien tan creyente en él que le pide que le comparta el alimento: alguien que no se asquea de lo que el niño come, ni de cómo lo consigue, dónde y con quién lo come, o en qué forma...

Pienso yo que esta experiencia repetida hace al menos sospechar al niño que no es él mera basura; o, por lo menos, que está con él alguien que es tan basura como él.., con lo que al menos sospechará que, si es basura, no es la única basura (y que, si es malo, por lo menos tiene un cómplice).

Tarde o temprano, en una cultura con resabios religiosos, la sospecha colidirá con otras aprehensiones, que no la dejarán matar la duda para esplender en su verdad (la que nos hace libres); y, compartiendo la comida (como Jesús en Jericó, en Jerusalén o en Emaús), es más fácil consolidar y bruñir un poco esa verdad:

Podrá tal vez pedirse al niño que narre algo de su infancia, o decírsele que ya uno la imagina (por que la evoque siquiera para sí): no para mostrarle lástima por ella, sino para, en la forma que el espíritu sugiera (ya dijo Jesús que él nos asesoraría en los tribunales, y no hay tribunal alguno supremo al que es un niño), darle a sentir que, al menos para mí, el no es culpable...

¿Para esto hará falta hacer alguna referencia a Dios..? No será remoto que la haga (aunque no siempre necesario u oportuno), porque no será raro que el niño fantasee que Dios también lo culpa a él.

No creo que la misión del evangelizador sea la de mantener la idolatría, perenne germen y abono ubérrimo de las esclavitudes; ni creo ser iconoclasta si niego que valga más conservar una imagen o idea falsa de Dios "para purificarla poco a poco", que destruirla de un hachazo:

Nuestro Dios, se dice él dijo de sí mismo, es celoso, y no tolera compartir con otros dioses, y aun el Vaticano II atribuye a los cristianos el ateísmo en incremento, por opacar en vez de transparentar la concepción de Dios:

Temo que quien apoyara la esperanza de un niño en un dios que lo atormenta en vez de hacerlo sonreír, habría de tener por dichos para sí párrafos consignados en Mateo como reproches –o bravatas– contra los fariseos, y que haría mejor si se echara al mar, molar al cuello.

Si el niño comparte conmigo su comida de hambre –o, si no conmigo, con quien sea–, ese niño ama; y, si ama, conoce a Dios, aunque no sepa que lo conoce (cosa que más suele ser que próvida, supervacánea, o aun nociva).

Y de allí se sigue todo lo demás...

3.

Y concluyo, resumiendo:

Catequizar al 'niño de la calle' no tiene sentido, al menos en tanto que no haya hecho sangre suya la buena noticia recibida, y le nazca transmitirla a los demás.

Comunicarle ésta será evangelizarlo; y el arte de evangelizar no estriba en saber decir bonitos parlamentos de Dios (Papá o Mamá), sino en propiciar que el evangelizando ame, para que así, sin más, conozca a Dios.

Quien ama se halla a sí mismo, y, en sí mismo, halla su verdad, y, así, su libertad, su dignidad, su dignidad... germinal siempre, provisional, parcial, como que humana habrá siempre de ser.

Es obvio que esto supone la indeleznable convicción de que el niño de la calle es 'autorredimible': que tiene en sí, como todo homínido, lo necesario para humanizarse, para irse haciendo más humano.., convicción que inspiró a Jesús desde el Jordán hasta la Calavera, y a la que la teología cristiana latina llama, desde siglos, el Espíritu de Dios.

4.

Nota: Si no logro que me invite a comer el 'niño de la calle', ganancia en ningún modo nugatoria nos será acompañarlo y gozar juntos si trata de panzabajear a una panzarribada cucaracha..; pues, a fin de cuentas, su auténtico éxito en la tarea de hacerse humano no dependerá sino de lo que haya hecho en
favor o disfavor de a quien perciba como 'más pequeño' que él..; con lo que yo seré, por él, también humano: Me recibirá él, en efecto, en las 'moradas eternas', redimidos ambos por una cucaracha panzarriba.


Félix



Nota: Artículo extraído del blog "Escritos que hoy quiero compartir", fechado al 31 de Agosto del 2005.

Tristezas de primavera

El texto que sigue no es antiguo: es de hoy, por no mejor decir que de mañana. Desearía, con todo, que no llegara a serlo...Tristezas de primavera

Hermosillo, Son., 3 de abril de 2005

1. Acabamos apenas de celebrar la fiesta de la Pascua: la de la dignidad y libertad humana. El origen de esta fiesta de la comunidad cristiana se remonta a la persuasión de los amigos de Jesús de Nazareth, que creyeron que él estaba vivo, no obstante que sabían que murió crucificado. Esto se sigue celebrando en el mundo cristiano, y en nuestra patria sigue habiendo 'vacaciones de semana santa' (como quiera que cada mexicano entienda factualmente lo de "santa").

No puedo dejar de tener presente que la causa de la muerte de Jesús puede reducirse a una frase suya, consignada por quienes escribieron de su vida, en que él expresa la intimidad de su consciencia: "El sábado es para el hombre y no el hombre para el sábado (Mc 02:27)". La persuasión de sus amigos, pues, fue la de que más que por conservar su vida biológica, el ser humano vale por anteponer la causa del hombre a la causa de la ley (llamada también 'estado de derecho').

En este contexto, no puedo sino expresar mi tristeza por dos noticias diferentes recibidas la semana próxima pasada. Me afectan ambas, no sólo por humano, sino también por mexicano y por cristiano (y esto, en particular, como católico): la resolución de la Comisión Instructora de la Diputación de la República acerca del posible desafuero de Andrés Manuel López Obrador, y la muerte de Juan Pablo II, obispo de Roma y, como tal, sucesor histórico de Pedro (uno de aquellos amigos de Jesús, reconocido por ellos, a la muerte de Jesús, como líder del grupo que él formara). Las dos noticias, curiosamente, coinciden en tener relación con una sucesión para un servicio público.

Antes de desglosar mi sentimiento, subrayo que lo he llamado precisamente de 'tristeza', que no significa lo mismo que 'preocupación', ni mucho menos que 'angustia' o que 'desesperanza'.

Y expreso, por partes, mi información a ambos respectos, así como mis motivos de tristezas: en la primera, puedo estar equivocado; no radicalmente en los segundos, pues me los atestigua directamente mi consciencia.


2. Acerca del caso 'López Obrador', la información que tengo en mente es la que sigue:

1) Sé de encuestas de popularidad que creo reflejan la realidad en algún modo; y me parece creíble, por tanto, que quien goza a la fecha de mayor simpatía en México para encabezar el Poder Ejecutivo en el próximo sexenio es precisamente Andrés Manuel.

2) Tengo entendido que el proceso que ha llevado a la resolución citada, por lo menos pudo haber sido detenido por cualquiera de los tres poderes de la Unión: por el Ejecutivo, porque de él depende la Procuraduría de Justicia de la Nación; por el Judicial, porque ni el Congreso ni su Comisión hubiesen procedido sin la aprobación explícita dada por la Suprema Corte de Justicia, y por el Legislativo, porque, conforme a la ley, es en él donde el asunto de hecho está corriendo (y en donde, así mismo, aún puede detenerse).

3) El artículo 39 de nuestra Constitución Política, en oraciones de tan buen cuño que prefiero reproducir letra por letra, reconoce tres atributos al pueblo mexicano: "La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo"; "todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste", y "el pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno". Antepone, pues, en pocas palabras, los 'sentimientos de la nación' a las formas del Estado y a sus procesos de gobierno (por no decir –pues nació laica y jacobina– que reconoce la validez de la causa por la que vivió y murió Jesús).

Me da, pues, una gran tristeza que, en el caso 'López Obrador' (previo en algún modo al caso 'la sucesión presidencial' del 2006) se disparen tan notoriamente los deseos de ese pueblo soberano y las decisiones hasta ahora tomadas por los Tres poderes de la Unión; poderes que dimanan de ese pueblo para beneficio de él y que en todo tiempo están sometidos al derecho de ese pueblo a alterarlos o modificarlos.


3. Acerca del caso 'sucesión papal del 2005', la información que tengo en mente es la que sigue:

1) Aproximadamente, el 95% de los electores para el siguiente papa portan ese encargo por decisión estrictamente personal de Juan Pablo II.

2) La vigencia hodierna del código legal ('Código de Derecho Canónico') para la Iglesia Católica proviene de hecho de que fue aprobado y promulgado por el mismo Juan Pablo II, así como la de la regulación del proceso electivo del futuro papa.

3) El cuerpo doctrinal oficial de la misma comunidad cristiana ('Catecismo de la Iglesia Católica') recibió su sanción del mismo recién difunto papa.

Me causa, pues, igualmente, gran tristeza que, en el caso 'sucesión papal del 2005', la resolución dependa a tal grado de una sola persona (cuya buena intención no pongo en duda); y mi tristeza aumenta por saber que, al menos al inicio de su mandato, el nuevo papa tendrá el poder no limitado sino por su consciencia para nombrar (directa o indirectamente) a todos los funcionarios eclesiásticos, para legislar para la Iglesia Católica y para definir los dogmas y doctrinas de la misma.


4. No tiene que ver, creo, mi doble tristeza con mis afecciones personales ni hacia López Obrador ni hacia Karol Wojtyla; pues la misma sería si las preferencias del pueblo mexicano fueran por la reelección de Vicente Fox, y se estorbaran a título de un 'estado de derecho'; e, igualmente, si el papa electo resulta casi 'un clon' del papa Juan Pablo, o alguien de personalidad y posturas del todo opuestas a las de quien hasta ayer 'felizmente reinaba'.

Mi tristeza es por el hombre; no por la legalidad. Porque creo y sé que la dignidad, la libertad y el derecho del ser humano y de todo grupo humano, tienen prioridad sobre cualquier orden jurídico –aun respaldado por decenios o por siglos–, y que éste, como el sábado, se hizo para el hombre, y no el hombre para él.

Porque creo y confío precisamente en Jesús de Nazareth, ejemplar eximio de nuestra humana raza; porque creo en la comunidad cristiana que actualmente sigue teniendo su referencia en él; porque creo también en México (que aún celebra en sus mayores fiestas nacionales a Miguel Hidalgo y a Francisco Madero, no obstante que ambos –como Jesús– subvirtieron los estados de derecho); porque creo en el ser humano y en la humanidad, y porque creo en mí mismo... Por eso, mi tristeza no pasa de ser eso: tristeza.., y no tiene tintes de angustia, de pesimismo ni de desesperanza.

Por eso, me he atrevido a compartirla: por la enorme alegría del Viernes Santo, explicitada en estos días pascuales, que, para quien la recibe, ahoga en esperanza y paz toda tristeza
. Añado, como apéndices a esta breve nota, dos observaciones:

1) Es obvio que mi cita del artículo 39 constitucional tiene un sentido expresivo y no fundante: El derecho del ser humano a su libertad y dignidad es anterior a cualquier forma jurídica, como que incluye el derecho a pactar órdenes jurídicos, sin el cual ninguno de estos es posible ni tiene fundamento alguno.

2) Considero que la concentración omnímoda del poder eclesiástico no consuena con la monición de los testigos de la fe eclesial reunidos en Concilio hace unos cuarenta años: "Reconozcan y promuevan los pastores la dignidad y la responsabilidad de los laicos en la Iglesia" (Lumen gentium, n.37); ni propicia la realización del sueño conciliar: "La consciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que éste se siente a solas con Dios, cuya voz resuena en el recinto más íntimo de aquélla. (...) Por esta fidelidad a su consciencia, los cristianos se unen con los demás seres humanos en la búsqueda de la verdad y en la resolución auténtica de tantos problemas morales que surgen en la vida individual y en la convivencia social" (Gaudium et spes, n.16), ni, finalmente, hace eco a otras declaraciones del Concilio: "Todos los hombres, conforme a su dignidad, tienen la obligación moral de buscar la verdad (...) en lo que a la religión se refiere (...), de adherirse a la ella una vez conocida y de ordenar su vida toda según lo que ella exige. Pero no pueden cumplir adecuadamente esta obligación (...) si no gozan a la vez de libertad psicológica y de inmunidad de coacción externa (...); derechos que permanecen aun si no cumplen ellos con dicha obligación" (Humanae dignitatis, 2).

 
Nota: Artículo extraído del blog "Escritos que hoy quiero compartir", fechado al 20 de Abril del 2005.

Notas dialogables acerca del aborto

Nota previa: Este escrito es del 2000. Su actualidad, con todo, permanece. Si lo dirigí a jesuitas, me determinó mi pertenencia más cercana; no la primigenia y más honrosa. Antes soy miembro de la Humanidad que de la Compañía de Jesús; y, por eso, lo pongo ahora a disposición de mis hermanos todos, entre quienes, hombre, me complazco y me enorgullezco de no ser sino uno de tantísimos... 

Breves notas que puedan propiciar la reflexión y el diálogo en relación con el aborto


Félix Palencia, sI
Tacuba, D.F., MEXICO
31 de agosto del 2000

"quien aborrece la muerte, prefiere un solo muerto en vez de dos" (L. Folend)

0. A los jesuitas mexicanos:

01. De meses a la fecha el tema del aborto y su despenalización ha aparecido y se ha mantenido en los medios de comunicación social, incluidos los que alcanzan a los medios populares; de tal modo que, aunque no alcance en sí la máxima importancia, no por ello podemos dejar de considerarlo, como tema que va siendo de dominio público.

02. Es patente por lo demás que este tema tiene por lo menos connotaciones religiosas, y que se relaciona directamente con los derechos humanos y con la justicia; por lo que de ninguna manera nos puede ser ajeno.

03. Hay en la Provincia Mexicana institutos en que se imparte la enseñanza de la ética y de la teología moral, universidades varias y centros de investigación; pero hasta la fecha, sus pronunciamientos al respecto no se han difundido oficialmente entre nosotros.

04. Es difícil que alguien pretenda tener en este punto la exclusividad y la integridad nítida de la verdad, y más difícil aún que pretenda la certeza absoluta de sus convicciones al respecto. Ello intimida a hablar, pero propicia también una apertura al diálogo, el cual habrá de iniciarse en algún lado.

05. Esa es mi intención al escribir, como quien sin pontificar conversa, estas notas, para compartirlas con algunos compañeros.

06. Sé de la benevolencia fraternal de todos, que los llevará a leerlas con la actitud que pide el padre Ignacio para quien se aventura a iniciar sus ejercicios [22]; y subordino mi afirmación de estas consideraciones –y mucho más la difusión más amplia de ellas– a la competencia y los pronunciamientos de las autoridades: de las de los saberes y de las de los ejecutares.

07. Agradezco la rogada benevolencia ante mis notas, y mucho más el comentario o revire que oral o escritamente pudiere hacerse a ellas, sea que me llegue a mí o que no me llegue.

1. Orden jurídico o legal:

11. No hay por qué suponer que el canon jurídico o penal haya de ser exacto reflejo del ético o moral: el primero busca la tranquila y progresiva convivencia de un grupo social; el segundo, la mayor plenitud del mayor número de humanos.

12. Una tranquila convivencia es un hecho empírico, condicionado al talante del grupo que convive. La plenitud humana trasciende todo grupo y se expresa provisional y progresivamente en el diálogo entre las artes, las religiones y las filosofías.

13. Un canon jurídico, impuesto o aceptado por la mayoría, habrá de ser tolerante hacia las minorías, en tanto esto no impida el tranquilo convivir del grupo.

14. Todo canon jurídico ha de ser evolutivo, por cuanto todo grupo evoluciona. Habrán de cuajar en él los sentires comunitarios, cuya modificación paulatina es suelo, germen, flor y fruto de las transgresiones.

15. Los cánones jurídicos habrán de prohibir las transgresiones, y los iniciales transgresores habrán de aceptar sus sanciones punitivas; pero la transgresión cumulativa será la necesaria manifestación del rezago de esos cánones.

16. El grupo y sus legisladores habrán de estar atentos a este mensaje explícito o implícito de los transgresores, so pena de perder su vitalidad y desmembrarse.

2. Ordenes ético y moral:

21. Al orden moral lo integran los imperativos vigentes en un grupo, en cuanto presentes en la conciencia colectiva de ese grupo: las persuasiones de obligatoriedad difusas en el sentir común del grupo.

22. El orden ético expresa la presente autocomprensión de una realidad humana, evolutiva ésta y así también aquélla. Su saber es dialéctico, por cuanto poseído informemente por los grupos diversos, y condensado e inspirado por los maestros de esos grupos y de la humanidad entera.

23. La divulgación de principios éticos o morales depende en gran manera de la publicidad explícita o implícita que de ellos hagan los medios de comunicación social, el arte y las escuelas, que suelen ser quienes consagran los tipos, los mitos y los ritos en que se expresan los principios.

24. Esta divulgación ha crecido en eficiencia una vez que la ciencia y la tecnología la toman por su cuenta: Hoy no maniobra, como quizá ayer, por haceres apenas controlables y conscientes; sino astuta e intencionadamente, con dependencias marcadas por intereses económicos.

25. Los grupos humanos y la humanidad toda ejerce una constante –aunque poco atendida– labor crítica contra los principios divulgados: por la transgresión y la burla en los medios populares o amorfos, por la protesta de opositores y contestatarios y por innovaciones proféticas de chamanes, artistas y académicos.

26. Una moral explícita habrá de formularse a partir de la condensación de los sentires morales del grupo para el que se formula.

27. A las diversas funciones de los cánones éticos corresponden orígenes diversos:

3. Tres éticas diversas: ideal, conciencial y general:

31. Una ética ideal pretende expresar la plenitud humana, conforme algún maestro o alguna escuela la concibe. Siendo siempre su función utópica, suele haber escasos grupos o individuos que pretenden tipificarla, acercando más a ella su vivir que lo que la mayoría lo hace.

32. Los imperativos de la ética ideal nunca lo son para los grupos o individuos; pero su sentido inspiracional difusivo la tiñe de cierta exigencia y espoleo para la humanidad entera, aun a pesar de la provisionalidad que siempre entraña.

33. No puede haber otra ética individual que la radicada en la conciencia de cada individuo, cuya función es la normatividad concreta para cada decisión concreta de una persona concreta.

34. Esta ética individual es absoluta e inviolable, interprétese como se interprete su fundamentación y su conocimiento. Ningún orden legal o moral ni ningún otro tipo de ética debe prevalecer contra esta ética conciencial o individual.

35. Puede hablarse de un canon ético más o menos general, variable en su comprensión o su extensión, en cuanto represente la generalidad de los sentires éticos concienciales, aun ilustrada por alguna ética ideal.

36. La formulación de esta ética general puede ser múltiple y varia y necesariamente ha de ser evolutiva: lo deriva de sus fundamentos y le resulta en sus funciones:

37. Una ética general, distinta apenas de la moral, no tiene en sí valor obligatorio alguno; pero entraña alguna obligatoriedad de atender a ella para la formación del propio juicio de conciencia.

38. Esta obligatoriedad procede de que la ética general obtiene sus formulaciones de lo que suele acontecer: Califica de mala o buena, de prohibida, obligatoria o permitida una conducta, según la preponderancia de los casos en que tal haya sido considerada en el insoslayable juzgar de la conciencia, y según las consecuencias que haya traído el decidir y actuar conforme a ese juzgar.

39. Por eso, esta ética general puede también llamarse presumptiva o estadística: lo primero, porque genera presunciones éticas (que como tales han de ceder a la obviedad), y lo segundo, por generarse ella a partir de lo que suele suceder.

4. Aborto, anticonceptivos y embarazo:

41. Puede llamarse aborto a la interrupción tal de un embarazo que resulte en un embrión o feto no viable, porque implique la muerte de éste como condición, medio o consecuencia. Se distingue, pues, así de la anticipación del parto como de la imposibilización del embarazo.

42. No se da embarazo alguno antes de la anidación del óvulo fecundado o cigoto, ni se considera inviable un feto gestado ya en normalidad salubre por unos siete meses.

43. La anticoncepción o lo anticonceptivo se refiere en un sentido amplio a la práctica del coito vaginal con imposibilitación del embarazo: sea que restrinja la penetración a los períodos infecundos, sea que impida la fecundación del óvulo por el espermatozoide, sea que imposibilite el desarrollo inmediato del cigoto o la anidación del mismo.

44. Aborto y anticoncepción pueden ser procesos naturales o pueden artificialmente inducirse, y el juicio ético sobre estos últimos ha de atender a las intenciones y las consecuencias, sin distinguir de por sí entre los métodos concretos (físicos, químicos, biológicos o temporales; médicos, curanderiles o caseros; etcétera).

45. La precisión del saber acerca de los tiempos y períodos del proceso de la procreación humana es de competencia de médicos y biólogos, y los cánones éticos, morales o legales han de atenerse a la más cualificada información que ellos honestamente proporcionen.

46. Toda verdadera gestación humana lo es de un ser humano, el cual ya es durante ella sujeto de derechos.

47. Los saberes científicos y los artificios y artefactos tecnológicos son parte de la realidad humana, en forma tal que modifican al mismo ser humano. Y así como pueden ir tornando en posible lo imposible o en probable lo improbable, así también, al hacerlo, pueden ir modificando la moralidad o la eticidad de las conductas.

5. Cariño, sexualidad y genitalidad:

51. Siendo el ser humano un ser sexuado, su sexualidad se expresa en sus actuaciones todas, pero muy especialmente en su relacionarse más íntimamente con sus prójimos.

52. Aun aceptada la posibilidad o aun conveniencia de la estabilización jurídica de las relaciones homosexuales de pareja y de otras formas fácticas de relación sexual, es obvio que la anticoncepción y del aborto no se relacionan hasta hoy sino con la (natural o artificial) inseminación heterosexual. Con todo, la reflexión y los principios sobre el tema podrán analogarse para los afines, o aun para asuntos inminentes, como la clonación humana o la gestación anfitriónica o artificial.

53. Como quiera que se realice o interprete el ser humano, su relacionarse interhumano es con necesidad sexuado, y no se da normalmente sino a través de lo sensorio:

54. Reconocidos a la comunicación verbal sus privilegios, así como a la visual los suyos, la táctil suele sobresalir para los afectos y emociones, y propende espontáneamente a la olfativa y gustativa. Todas ellas, por necesidades de la especie humana, erotizadas culminan en la genital.

55. No es la subsistencia biológica de la especie, amenazada por la muerte individual, la meta única de toda relación interhumana: ésta se orienta también a la máxima plenificación posible de cada individuo de la especie.

56. La relación genital humana, en un contexto de libertad y dignidad placenteras, es constitutivo normal de la plenificación humana, y el ser humano biológicamente es capaz de ella desde los inicios de su adolescencia.

57. La capacitación psicológica y social del ser humano para las relaciones genitales es muy profundamente influida por las condiciones culturales, bajo las cuales subactúan también, como instinctualmente, las necesidades de la especie y de cada uno de sus individuos.

58. Todos estos elementos (sexualidad, genitalidad, cariño, comunicación, necesidades genéricas e individuales, instintos y capacidades biológicos, psicológicos y sociales, y cultura) afloran espontáneamente en la conciencia individual y protienden a expresarse en los cánones éticos, morales y jurídicos de nuestra humanidad evolutiva.

6. Los derechos del ser humano:

61. De su consciencia, libertad y dignidad, derivan para el ser humano sus derechos. De entre ellos cabe resaltar el de conservar y mejorar su vida, el de actuar conforme a su conciencia, el de convivir, comunicarse y relacionarse con sus semejantes, el de procrear, el de disponer libremente de su persona, en su totalidad y en cada parte de ella, y el de emplear en beneficio propio la naturaleza. Estos derechos, como todos, no son irrestrictos ante los de otros seres humanos, pasados, presentes o futuros, ni ante los de la raza humana en su conjunto.

62. Pregonados y no siempre respetados los derechos de la persona humana, cabe todavía el atender al desarrollo de la misma: Fundamentalmente iguales todas, no todas las personas alcanzan el mismo desarrollo, ni menos simultáneamente; lo que lleva a pensar en la gradualidad de la personificación y personalidad de cada ser humano, y, por tanto, en la de sus derechos. De darse ésta, lo que fuere de quién hubiera de ser árbitro de ella, cabría pensar en una desigualdad, innata o adquirida, de derechos, y en la cesión consecuente de los menores ante los mayores.

63. Dada la invalidez obvia de todo ser humano naciente, él tiene desde su nacimiento algún derecho a recibir lo indispensable para su desarrollo; derecho al que corresponde la responsabilidad de otorgárselo. Es claro que ésta no se reduce a lo biológico, y que recae primordialmente en los progenitores: el padre y la madre, y el grupo humano del que él nace. Pero la misma ha de ser compartida en alguna forma por los grupos humanos más amplios, y aun por la humanidad entera.

64. Es por tanto tan antiético e inmoral el ejercer la genitalidad cuanta probabilidad haya de iniciar un embarazo, si no hay equivalente probabilidad de que al producto de él se le respeten sus derechos más elementales: al menos, los del alimento y el afecto.

65. En la medida en que la primera probabilidad disminuya o aumente la segunda, crecen la eticidad y la moralidad del ejercicio genital, supuesto que no las invaliden otros elementos. La probabilidad primera puede disminuir o aun anularse por condicionamientos orgánicos naturales o artificiales, y la segunda depende notoriamente de condicionamientos económicos, psicológicos y culturales.

66. Anteriormente al nacimiento, el ser humano en gestación es también sujeto de derechos, tanto más cuanto más desarrollado se halle; y ciertamente del derecho a que su vida se respete. Un embrión o un feto en gestación no es sin más una parte del organismo de la madre que lo gesta; pues, si bien su vivir depende totalmente durante buen tiempo de su gestora, con todo él es distinto de ella, puesto que funciona como organismo diferente: El depender de otro para la propia subsistencia y desarrollo no lo constituye a uno parte de ese otro.

67. Todo aborto (interrupción tal de un embarazo que resulte en un embrión o un feto no viable) atenta contra el derecho a vivir que tiene el ser humano en gestación; y, por tanto, idealmente en sí es éticamente reprobable. Evidentemente, esto no puede extenderse sin más a las medidas anovulatorias, antifecundatorias o antianidatorias.

68. La extirpación o la medicación de un útero dañado que amenaza la salud de una gestante no es un atentado contra la vida del gestado, así la muerte de éste sea consecuencia inevitable de aquélla. Tampoco es asesinato, por razones obvias, la ablación de un feto ectópico –aun cuando pudiere intentarse su implantación en un útero sano.

69. Cabe en todo caso recordar un muy tradicional principio ético: Guardada la proporción que impide se convierta en culpable una defensa, es permitido defenderse violentamente contra quien injustamente agrede, aun, si fuere indispensable, causándole la muerte. Y también la interpretación constante de que el tal agredir injusto pudiera ser inculpable, como la precisión de que la tal defensa es permitida, pero no por sí misma obligatoria.

7. Conclusiones ético-morales:

71. A la luz de lo anterior, en la ética utópica de la comunidad humana ideal el planteo del aborto es del todo ectópico; y aun para una ética general universal el aborto parece resultar generalmente condenable. No obstante, cabe la posibilidad de que en alguna moral particular resulte tolerable o aun laudable. Pero por lo que a la ética personal o individual respecta, únicamente la conciencia individual puede juzgar acerca de su concreta práctica.

72. Supuesta la condenabilidad ética del aborto, es oportuno considerar sobre quién recae la responsabilidad del hecho abortivo, presuponiendo que la gestante no parece espontáneamente orientada hacia el aborto intencional.

73. Aparte el caso de inseminación violenta y el de salud (de la gestante o del gestado o cogestado), probablemente las motivaciones más frecuentes del aborto se relacionan con motivos del ámbito de la economía, la psicología, la higiene, la comodidad, la estética y, más eventualmente, de la filosofía o la religión; todos los cuales en diferente grado conllevan ciertamente un aspecto cultural o social.

74. No sólo en el caso de inseminación violenta, pero en la mayor parte de los otros, motiva al aborto un embarazo no deseado o inesperado, se tenga o no pareja estable; y esta motivación puede radicar en la preñada, o provenir del preñador o de otras personas cercanas a una y/u otro.

75. Los embarazos no deseados provienen generalmente de relaciones genitales menos libres o precipitadas, o de ignorancia o deficiencia de las medidas anticonceptivas, relacionado todo esto con elementos culturales.

76. Es ante todo, pues, asunto cultural lo que propicia desear la interrupción de un embarazo, tanto por cultivar motivaciones que a él persuaden, como por debilitar las que de él pudieran disuadir.

77. La culpabilidad del aborto suele recaer, por tanto, primordialmente en los generadores y divulgadores de una cultura que trivializa las relaciones genitales y el valor mismo de la vida; y, en segundo lugar, en el grupo humano todo que, tal vez contra tenues reproches de las conciencias personales, acepta y cultiva esa cultura. Es claro, por otra parte, que en los casos de inseminación violenta la culpabilidad inmediata corresponde notoriamente a quien la ejerce.

78. Mucho menor suele ser la culpabilidad de quienes puedan verse implicados personalmente en un aborto; y de entre ellos, menor aún la de quien lo ejecute a petición de parte y por evitar mayores daños.

79. En el caso de riesgo grave para la salud integral de la madre o del producto, no parece que pueda considerarse culpable el aborto, si bien puede caber la posibilidad y la decisión libre de sacrificar a la vida ajena la salud propia, o aun la vida.

8. La penalización del aborto:

81. Actúa hipócrita, inmoral y antiéticamente una sociedad que promueve sanciones punitivas o penales para hechos aislados negativos, y sanciona como deseable o aun inevitable la estructura social que orilla a ellos y culturalmente los propicia.

82. En todo caso, antes que condenar el aborto, esa sociedad habría de propiciar el que la vida se respete y el que se impidan embarazos no deseados, y mucho más si cuenta con medios técnicos para lograrlo.

83. La responsabilidad de propiciar esto sí corresponde a la ciencia y a la legislatura, pero también y muy principalmente a quienes dominan fácticamente los medios de comunicación social. Pero no puede esperarse que esta responsabilidad se ejerza mientras no se cumplan responsabilidades anteriores, como las que miran al avance hacia un orden económico-social menos injusto.

84. Es falso el antivitalista y antihumano argumentar que los recursos naturales no alcanzan para la manutención de un género humano en multiplicación acelerada; tanto más cuando al lado de ellos se hallan las posibilidades tecnológicas, orientables hacia el mejor aprovechamiento y distribución de esos recursos.

85. Toda penalización, aun limitada, del aborto lo cantea al clandestinaje, tanto más cuanto la burocracia administrativa y legal diificulten y prolonguen el trámite para un eventual aborto no punible; y excomuniones y malosveres suelen tener efecto análogo.

86. Por esto, la competencia para autorizar un aborto terapéutico no debe sin más restringirse a las autoridades sanitarias, en tanto adolezcan ellas del tal burocratismo, y los paladines de la vida habrían de ser conscientes de las consecuencias reales de sus proclamas y campañas.

87. Urge entre tanto difundir un recto saber acerca de las posibilidades técnicas anticonceptivas, así como el presupuesto veraz de que, aun a pesar de algunas de ellas, toda relación genital penevaginal es potencial causa de embarazo para quien no se halle en estado cierto de menopausia o de preñez, salvas las situaciones de ligadura de trompas o de vasectomía.

88. Igualmente, ha de ser difundido el saber sobre medios eficaces que impiden que el cigoto anide, empleables principalmente para el caso de inseminación violenta, pero aplicables por igual en los de relación genital imprudencial. Con todo, debe cuidarse que esto no aliente a los potenciales violadores, ni trivialice más el juego erótico.

89. Toda legislación debe mirar a las condiciones reales del grupo real para el que pretende ser vigente, y debe estar referida fundamentalmente a lo posible y lo acaecedero, y no sólo a lo ideal.

9. Medidas pastorales:

91. Los orientadores o ministros de un credo religioso no pueden responsablemente rehuir el pronunciarse sobre estos puntos, ni mucho menos al ser consultados al respecto; ni tampoco sin más –aun con su mero silencio– apoyar actitudes o persuasiones que consideren menos atinadas.

92. En una sociedad en proceso de pluralización y de secularización, ninguna confesión religiosa ha de pretender que las leyes civiles correspondan a sus intereses, así se considere a sí misma como la confesión mayoritaria.

93. Para las confesiones cristianas es ineludible tarea el proclamar la verdad del Dios que en su preocupación y lucha por la vida a nadie quiere excluir de ella, y quiere también por tanto siempre perdonar; y esta tarea medularmente evangélica nunca se cumple jamás mediante desconfianzas, amenazas, prohibiciones o reproches, generalmente contraproducentes por igual.

94. La lucha por la vida y la defensa de ella no pueden ceñirse a normatividades de conductas privadas, sino que hallan su campo fundamental en las cuestiones sociales, basalmente en las de índole económica.

95. En cada grupo religioso se da comúnmente alguna autoridad doctrinal y moral a la que deben atender los integrantes de ese grupo. Su enseñanza ha de respetarse y digerirse, pero nunca debe preferirse a la conciencia; si bien una habitual disidencia llevaría a ésta misma a exigir el segregarse de ese grupo.

96. Por lo que toca a la confesión católica, el documento magisterial reciente más nítido al respecto parece seguir siendo la Declaración sobre la libertad religiosa (Dignitatis humanae, 7 de diciembre de 1965), fruto postremo documental del Vaticano II.



Nota: Artículo extraído del blog "Escritos que hoy quiero compartir", fechado al 18 de Febrero del 2005.